Tres expertos se pronuncian tras el anuncio de Pedro Sánchez de que reconocerá el derecho a la muerte asistida si gana las elecciones

El anuncio del presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, de que «en la nueva legislatura, con una nueva mayoría parlamentaria, reconoceremos el derecho a la eutanasia y a una muerte digna», ha vuelto a reabrir el debate sobre esta figura, legal en varios países como Holanda, Bélgica, Suiza o Luxemburgo, pero que todavía no está regulada por ley en España. Varios expertos consultados por La Voz dan su opinión al respecto.

José Antonio Seoane, profesor titular de Filosofía del Derecho de la UDC y presidente del Consello de Bioética de Galicia, cree que «é tempo dunha deliberación xenuína de toda a cidadanía para decidirmos se mantemos a súa sanción penal ou procedemos á súa despenalización». Y añade que «a realización plena do ideal da dignidade no final da vida esixe dar un paso adiante e permitir a elección dunha morte medicamente asistida con garantías suficientes para as persoas e os profesionais implicados».

Ascensión Cambrón Infante, profesora Honoraria de Filosofía del Derecho de la UDC y presidenta de la Asociación Derecho a Morir Dignamente, lamenta que «perduran viejos prejuicios del pasado que dificultan la regulación de la eutanasia. Con ello los gobernantes manifiestan más indiferencia con el sufrimiento de las personas que respecto al sufrir de los animales más próximos». Cambrón recuerda los casos de Ramón Sampedro, Inmaculada Echevarría o el más reciente de Maribel Tellaetxe, y asegura que la eutanasia cuenta con amplio respaldo social en España, por encima del 70 % de la población, según varios sondeos realizados.

José Ramón Amor Pan, doctor en Teología Moral y codirector del Master de Bioética del Colegio de Médicos de A Coruña, considera que legalizar la eutanasia «cuando sabemos que no estamos prestando los cuidados debidos en el final de la vida a buena parte de la población por falta de recursos, por muchas leyes que hemos aprobado, me parece totalmente indigno». Desde su experiencia acompañando enfermos en el tramo final de sus vidas, Amor Pan afirma que «lo que estas personas demandan son unos cuidados de calidad y que no los dejemos solos ante el duro trance de la muerte, no piden la eutanasia».


A favor

Morte coñecida, elixida e en paz

morte é tanto un feito biolóxico como un fenómeno cultural, e isto explica que o proceso humano de morrer inclúa decisións individuais e sociais sobre as súas condicións e límites e que cada sociedade dispoña da súa noción de morte.

A pesar desta pluralidade de significados, é posible compartirmos un modelo ideal de morte digna que se resumiría en tres características. 1) Morte coñecida: a persoa pide e dispón da información necesaria sobre o seu estado de saúde para tomar decisións sobre os momentos finais da súa vida. 2) Morte elixida: a persoa decide de xeito voluntario e autónomo cando e como quere morrer, de acordo cos seus valores, e a súa decisión é respectada polos profesionais e reflicte a derradeira etapa da súa vida biográfica. 3) Morte en paz: un proceso aceptado do morrer sereno e apracible, sempre con coidados mesmo se non cabe a curación, e onde a dor e o sufrimento físicos e emocionais son tratados oportunamente.

O recoñecemento da autonomía e dos dereitos dos pacientes a nivel estatal (Lei xeral de sanidade, 1986; Lei básica de autonomía do paciente, 2002) e autonómico (en Galicia, Lei de consentimento informado e historia clínica, 2001; Lei de saúde de Galicia, 2008; Lei de dereitos e garantías da dignidade das persoas enfermas terminais, 2015) e o abandono do modelo paternalista da relación clínica teñen contribuído á realización destas tres condicións, se ben a distintos niveis. Algunhas comunidades autónomas, entre elas Galicia coa devandita Lei 5/2015, do 26 de xullo, introduciron claridade conceptual sobre os escenarios do final da vida e reforzaron os dereitos dos pacientes cara unha mellora dos coidados. Porén, persiste un límite á capacidade de elección que, en ocasións, inflúe na placidez da fase final da vida: a consideración da eutanasia e a morte medicamente asistida como delito (artigo 143.4 Código penal).

Hai que remover este límite? Ao meu xuízo é tempo dunha deliberación xenuína de toda a cidadanía para decidirmos se mantemos a súa sanción penal ou procedemos á súa despenalización. Penso, así mesmo, que a realización plena do ideal da dignidade no final da vida esixe dar un paso adiante e permitir a elección dunha morte medicamente asistida con garantías suficientes para as persoas e os profesionais implicados. Xa que logo, unha boa lei de morte medicamente asistida sería unha solución civilizada, razoable, segura e xusta.

Autor José Antonio Seoane Profesor titular de Filosofía do Dereito de la UDC e presidente do Consello de Bioética de Galicia.

A favor

¿Eutanasia sí o eutanasia no?

Mi respuesta es sí a regular la eutanasia como derecho individual. Para clarificar esta opción daré primero su definición: eutanasia es la causación activa de la muerte del paciente que la solicita para poner fin a graves padecimientos. Las razones que justifican regular esta materia son diversas.

Primero, porque es demandada por amplios sectores de la población. Otro factor que la apoya es el efectivo reconocimiento de la libertad y la autonomía a los pacientes, contenido en la Ley 41/2002, reguladora de la autonomía del paciente y las leyes autonómicas de ‘muerte digna’ (en Galicia, Lei de dereitos e garantías da dignidade das persoas enfermas terminais). Normas que obligan a recabar el consentimiento del enfermo/a antes de cualquier intervención terapéutica. La norma gallega reconoce también el derecho a rechazar un tratamiento o intervención, imponiendo a los facultativos el deber de evitar la «obstinación terapéutica».

Son pasos importantes, no obstante perduran viejos prejuicios del pasado que dificultan la regulación de la eutanasia. Con ello los gobernantes manifiestan más indiferencia con el sufrimiento de las personas que respecto al sufrir de los animales más próximos. Recordemos los casos de Ramón Sampedro, Inmaculada Echevarría o el más reciente de Maribel Tellaetxe.

Todo esto hace necesario reconocer el derecho individual a la eutanasia como lo han hecho Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Suiza. Esta exigencia en nuestro país cuenta con amplio respaldo social, expresado en sondeos sociológicos: en 2009 el realizado a instancias del Ministerio de Sanidad, con el 73 % de los encuestados a favor, y en el 2017 el de Metroscopia, con el 85 %.

A pesar de estas razones y los datos, sorprende que la mayoría parlamentaria se muestre indiferente a esta demanda social. Preciso es recordarles que el derecho a la vida no implica la obligación de vivir. El derecho a decidir sobre la propia muerte debe ser reconocido como un derecho humano fundamental por ser una demanda justificada ética y políticamente. Así como el derecho al divorcio no obliga a nadie a disolver su matrimonio, el derecho a la propia muerte para los enfermos que así lo pidan tampoco obliga a nadie a ejercerlo.

La regulación de la eutanasia ha de ser muy garantista para evitar errores y abusos, modificando, a la vez, el artículo 143.4 del Código Penal.

Entiendo que avanzar en esta línea legislativa es un paso para el ejercicio de la libertad individual y colectiva porque ahonda nuestra vivencia democrática, presuponiendo que el exceso de precauciones para evitar abusos no suponga de hecho la supeditación de la libre voluntad individual a la voluntad de otros, por sabios y buenos que sean.

¿En qué casos puede aplicarse? En general podemos decir que los supuestos imprescindibles para aplicar la eutanasia han de ser dos: a) personas con graves padecimientos; b) cuando media el consentimiento explícito del solicitante o en casos complejos (de eutanasia no voluntaria) de presunto. Preciso es señalar también que estarían excluidos de la eutanasia los menores de edad y los pacientes con afecciones psiquiátricas.

Autor Ascensión Cambrón Infante Profesora Honoraria de Filosofía del Derecho de la UDC y presidenta de la Asociación Derecho a Morir Dignamente.

En contra

Banaliza, que algo queda

Lo mismo que reciben cursos de oratoria y de estilismo, los dirigentes de los partidos políticos debieran recibir uno de bioética. Solo así lograríamos que el debate sobre asuntos tan peliagudos saliese de los tópicos y alcanzase la hondura que se merece. Pero no, cual sofistas modernos, lo único que les importa es caldear el ambiente y tratar de llevar el ascua a su sardina. Solo así se explica que Pedro Sánchez saque a relucir el tema de la eutanasia en plena arenga mitinera junto a asuntos tan diversos como la reforma laboral, la elevación de los sueldos o los copagos farmacéuticos.

Dicho lo cual, y a la espera de que el Comité de Bioética de España se manifieste al respecto, si es que alguna vez lo va a hacer, ¿eutanasia sí o no? Claramente, no. Por dos razones. Abrir ese melón cuando sabemos que no estamos prestando los cuidados debidos en el final de la vida a buena parte de la población por falta de recursos, por muchas leyes que hemos aprobado, me parece totalmente indigno. Yo sería el primero en pedir la eutanasia si no se me están controlando el dolor y los síntomas refractarios, si no se me proporciona el indispensable soporte emocional, incluido el acompañamiento espiritual, si no puedo pasar mis últimos días en mi casa con la debida asistencia sanitaria o, en su defecto, en una habitación hospitalaria individual. Pero, claramente, la mía no sería una decisión libre sino provocada por las circunstancias, y la sociedad estaría violando no solo mi autonomía, sino otros principios éticos tan básicos como la no maleficencia y la beneficencia.

La segunda razón tiene que ver con lo que está pasando en los países en los que se ha despenalizado la eutanasia. Al principio, el consenso era firme y unánime en aceptar solo la eutanasia para enfermos terminales mayores de edad. En la actualidad ya la han aceptado para pacientes psiquiátricos y para niños. Ahora debaten si no debería estar también permitida para personas ancianas que simplemente están cansadas de vivir. Estos derroteros, qué quieren que les diga, me parecen peligrosos y me asustan muchísimo.

Desde mi experiencia acompañando enfermos en el tramo final de sus vidas, les puedo asegurar que lo que estas personas demandan son unos cuidados de calidad y que no los dejemos solos ante el duro trance de la muerte, no piden la eutanasia. Por eso, no acepto ideologías y soflamas que no hacen más que banalizar el mal, que ocultan el verdadero problema y nos alejan de consensos básicos sobre asuntos tan importantes.

Autor José Ramón Amor Pan Doctor en Teología Moral, codirector del Master de Bioética del Colegio de Médicos de A Coruña, la UDC y la USC
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El debate: ¿Está a favor o en contra de regular por ley la eutanasia?