Entre 5.000 y 8.000 personas secundaron hace diez días las protestas. Muchos son agricultores que han sufrido en sus propias carnes las consecuencias de una inaudita ola de calor este verano que puso en evidencia que el cambio climático ha llegado a Alemania. La resistencia pacífica de los activistas medioambientales ante los violentos operativos de desalojo, en los que participaron unos 4.000 agentes policiales, apoyados por vehículos antidisturbios y cañones de agua a presión, y que se saldaron con decenas de detenciones y heridos leves, ha generado indignación a escala nacional.
Muerte entre los árboles
La gota que colmó el vaso ocurrió el miércoles pasado, cuando un periodista que cubría las manifestaciones murió al caer de un puente suspendido entre dos árboles a unos 15 metros de altura. «No podemos seguir adelante», declaró el titular de Interior de Renania del Norte-Westfalia, que detuvo de inmediato el desahucio. Aun así, el cristianodemócrata Herbert Reul insiste en pedir a los ecologistas que abandonen el bosque de forma voluntaria.