Las islas inventadas

SOCIEDAD

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Aunque se dice que el calentamiento global hará que pronto desaparezcan algunas islas en el Pacífico, de momento lo que ha ocurrido es que han salido otras nuevas

05 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque se dice que el calentamiento global hará que pronto desaparezcan algunas islas en el Pacífico, de momento lo que ha ocurrido es que han salido otras nuevas. En Tonga apareció hace un par de años una, consecuencia de una erupción, y otra en Japón por el mismo motivo. Pero si la presión del magma hace que surjan islas, la presión política tiene el mismo poder creador. Estos días he estado viendo unas fotos aéreas del archipiélago de las Spratly, en el mar de China Meridional, donde se ven las islas artificiales que ha creado Pekín a base de toneladas de arena y cemento donde tan solo había unos minúsculos arrecifes; y todo por una cuestión de soberanía.

Esa parte del mar de China Meridional se la disputan seis países, nada menos: Vietnam, Taiwán, Filipinas, Brunéi, Malasia y China. Pero China se ha hecho con el control y, puesto que la mejor manera de asegurarse la propiedad es tener una isla habitada, ha creado un par de ellas por si acaso. Así Fiery Cross (para los chinos Yongshu) que, como todos los arrecifes, era un anillo de coral frecuentado por los peces, se ha convertido en una isla de casi tres kilómetros cuadrados cubierta de cemento, con una base en la que viven varios cientos de personas, su puerto interior y su aeródromo militar. El arrecife de Mischief (que en inglés significa «gamberrada») no tenía la categoría de isla porque en pleamar el agua la cubría un palmo. Los chinos lo han resuelto colmatándola de arena y construyendo encima una base militar y un aeropuerto con capacidad para aviones de pasajeros.

Siempre he sido muy curioso de esto de las islas inventadas. En casa tengo el facsímil de una carta del Almirantazgo del siglo XIX en la que aparecen señaladas todas las islas que figuraban entonces en los mapas pero que se han ido revelando falsas. He contado por lo menos unas doscientas. Muchas son el resultado de mediciones incorrectas, sobre todo errores en la longitud, muy frecuentes hasta la invención del cronómetro de Harrison. Otras veces son efectos ópticos o confusiones: la isla Emerald, que todavía aparece en algunos mapas, era en realidad un iceberg. Algunas las ponían ahí los impresores para ver si sus competidores les copiaban los mapas y, como así era, acababan siendo aceptadas como auténticas. Otras eran timos (como la isla Byers, inventada por un capitán para halagar a su armador dándole su nombre), o incluso bromas (el avistamiento de la isla Podestà lo firmó un tal capitán Pinocchio).

Como ahora sucede con las islas artificiales chinas, también se inventaban islas como parte de una estrategia política. Un mapa español u holandés, por ejemplo, se inventaría una isla con agua y comida abundante en mitad del océano para dirigir allí a los barcos del enemigo. Luis XIV tenía una sección entera de su gabinete negro dedicada únicamente a imaginar islas y hacerlas creíbles, y se dice que en ella tenían contratado, muy apropiadamente, a Perrault, el autor de cuentos infantiles. Al inventarse sus nuevas islas en el mar de China Meridional, los chinos no hacen sino seguir una vieja tradición.

Algunas de esas islas inventadas han sobrevivido hasta hoy. Una vez, en un mapamundi del National Geographic, encontré Atlantic, que no existe. En otra ocasión, al pasar el dedo por el polvo de un globo terráqueo que había en una oficina de Lufthansa en Estocolmo, me encontré las islas de los Jardines, que tampoco existen. Y mientras me frotaba el polvo de la yema del dedo me acordé que Estados Unidos y Japón se las disputaron ferozmente en el mapa, hasta que alguien fue a mirar y vio que ni siquiera existían…