La maternidad según Samanta... o no

r. r. garcía

SOCIEDAD

La presentadora recibe numerosas críticas por sus declaraciones en las que asegura que ser madre supone una pérdida de la calidad de vida

18 feb 2017 . Actualizado a las 09:49 h.

«Abandonemos ya esa idea de que la maternidad es el último escalón en la pirámide de felicidad de una mujer». Lo ha dicho la televisiva Samanta Villar, que a sus 41 años ha sido madre de mellizos mediante una ovodonación y ha compartido su experiencia en el libro Madre hay más que una, en la que recoge su frustración ante una maternidad que le ha supuesto un «sacrificio estratosférico», una suerte de «engaño», ya que «tener hijos es una pérdida de calidad de vida». Sin embargo, lejos de que sus palabras puedan responder a una incipiente filosofía de vida representada por una nueva generación de mujeres para las que la descendencia dista mucho de ser una prioridad, sus reflexiones no son más que una opinión personal que responde a una decepción. Es lo que entiende el psiquiatra y psicólogo clínico Manuel Fernández Blanco. «Toda experiencia de la maternidad -explica- es individual y no podemos convertirla en una categoría universal. En su caso, esta mujer está decepcionada con la maternidad porque la ha idealizado, y cuanto mayor es la idealización, mayor es la decepción». «Es un hecho incontestable -añade- que ser madre te cambia la vida, pero transformar ese cambio en una pérdida de calidad de vida es algo muy subjetivo».

La lucense Guiomar Quiñoá Alonso, madre de cuatro hijos de 18, 17, 6 y 3 años, tampoco entiende la afirmación de la presentadora, ahora reconvertida en escritora, de que a las mujeres se les ha engañado con la maternidad. «¿Acaso ha vivido hasta ahora en una montaña como una ermitaña? Claro que te cambia la vida y que no tienes tiempo para ti, pero todo depende mucho de la maternidad de cada uno, de tu pareja, de la familia, de la ayuda que recibes». En su caso, pese a que en algún momento les coincidió con un período de dificultades económicas, no se ha arrepentido ni por un momento de su decisión vital. Todo lo contrario. «No cambiaría a mis hijos por tener un mayor sueldo o por disponer de cuatro horas diarias solo para mi. Es lo mejor que me pudo haber pasado, aunque es cierto que la gente hoy en día se ha vuelto más egoísta y que prefiere tener tres teles o hacer un viaje a China antes que tener un hijo».

Mariano Maedo, portavoz del Instituto de Política Familiar, coincide en que las nuevas generaciones son menos sacrificadas, pero cree que la cuestión de fondo es otra. «España es el país europeo en el que nacen menos niños, pero no es porque seamos más egoístas que en otros, sino que el verdadero problema es que en España no haya verdaderas políticas que protejan a las familias. Se llenan la boca diciendo las políticas familiares que van a llevar a cabo, pero luego rascas un poco y no hay nada. No hay ayudas, no hay guarderías públicas, no se apoya la conciliación de la vida familiar y laboral... No se protege a la familia», asegura.

Desde un planteamiento ideológico distinto comparte una opinión parecida Rosa Cobo Bedía, directora del Centro de Estudios de Xénero e Feministas de la Universidade da Coruña. «La ausencia de políticas públicas de apoyo hace que tener un hijo suponga mucho dinero, tiempo y energía. Por eso puede existir una cierta decepción. Pero el problema no es de las madres o de los padres, sino de la falta de facilidades para tener hijos». Un problema añadido, a su juicio, es que en una sociedad aún patriarcal el gran peso del cuidado de los niños recae en las mujeres, por lo que «la maternidad se convierte en una auténtica servidumbre para las mujeres». Y en el caso de Samanta Villar el problema, y de ahí surge la decepción, es que se esté enfrentando sola al reto de criar a sus mellizos.

Otra cuestión de fondo que apunta el psicólogo clínico Manuel Fernández Blanco es que algunas mujeres lo apuestan todo a la maternidad. Y se frustran. «La feminidad -dice- no se agota en la maternidad. La mujer que es solo madre puede resultar un poco aplastante para sus hijos. Siempre es mejor que tengan otros intereses que les sirvan para completar sus vidas»