Así es un dispensario de marihuana

SOCIEDAD

M.C.

El beneficio que reporta la comercialización de este producto en Colorado tras dos años de legalización supera ya al que se obtiene con la cerveza

21 nov 2016 . Actualizado a las 07:58 h.

«Prohibido fumar marihuana». La advertencia cuelga en la puerta de entrada de un pequeño hotel del centro de Denver (Colorado). Este estado fue el primero en legalizar la comercialización de marihuana para uso recreativo en el 2012. Luego lo hicieron Washington, el distrito de Columbia, Alaska y Oregón. Y el pasado 8 de noviembre también se sumaron California, Massachusetts, Nevada y Maine. Además, Montana, Dakota del Norte, Florida y Arkansas dieron luz verde al uso medicinal de la misma. La comercialización comenzó en Colorado en enero del 2014 y desde entonces el negocio ha proliferado tanto que los 2.390 millones de dólares de beneficios que cosechó el sector en ese estado el año pasado superaron a los de la comercialización de cerveza.

No muy lejos del hotel, a solo unas cuantas calles, un gran poste publicitario con una gran cruz verde indica a lo lejos dónde está uno de los ochenta dispensarios que hay en la ciudad. El local es amplio. Hay público. Un cartel colocado en la puerta de entrada advierte de que solo está permitido el acceso a mayores de 21 años.

Pero ese es solo el primer filtro. Pasado el umbral, el cliente ha de aguardar en una sala de espera parecida a la de una consulta médica. En la pared, otro cartel: «Espere aquí para ser atendido». No hay que aguardar mucho. Solo unos minutos. Una amable señorita sale de una sala contigua y pide un documento que permita la identificación. Quiere comprobar la edad del cliente. No le basta con estimar la edad por la apariencia. Ella pide un pasaporte o un carné de conducir. Solo con eso da luz verde para poder adquirir hasta 28 gramos de alguno de los productos elaborados con marihuana que ofrecen en el local.

M.C.

La chica comprueba la edad y abre la puerta por la que accedió a la sala de espera. Allí está la tienda, un local decorado con objetos antiguos. Varias personas miran precios. No hay solo jóvenes. También hay personas de edad. Algunos preguntan por la mejor alternativa. Depende del caso. No hay una única opción. El abanico de productos es amplio. Desde cogollos de marihuana de distinto tipo que se ofrecen en tarros de cristal hasta galletas, zumos o gotas para diluir en agua o zumo de naranja. «Fumar es malo y por eso tenemos otras muchas alternativas», apunta la joven dependienta.

Sobre una de las mesas que hay en el local hay varios libros, folletos explicativos e incluso una revista con cupones de descuento para adquirir productos elaborados con marihuana. «A la industria farmacéutica no le interesa que se permita el consumo, pero es un medicamento natural», explica la joven al tiempo que muestra un folleto que habla de la relación entre la marihuana y el cáncer. El debate está abierto.