El no infante más Borbón de todos

maría piñeiro REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

FERNANDO BLANCO | Efe

Reconocido solo en el 2003, siempre ejerció de hijo de Alfonso XIII, aunque no consiguió ser alteza real

19 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Ejercía de infante. Su porte, vestuario, su poblado bigote, sus maneras y esa defensa a ultranza de la familia real lo convertían en el tío perfecto de los Borbones. Estos, los que hoy ocupan el trono de España pero también los que lo hicieron antes, lo reconocían con ese apelativo, pero solo de puertas para adentro. Leandro de Borbón y Ruiz nunca obtuvo el título de infante ni el tratamiento de alteza real, reservado solo para los hijos de los reyes de España (excepción hecha de Carlos de Borbón dos Sicilias, que lo fue por deseo de Juan Carlos I). Y si al final de su vida, a los 74 años, cuando ya había tenido dos matrimonios y siete hijos, pudo poner el De Borbón en su tarjeta (que incluía corona) fue porque así lo mandó un juez, y no el jefe de la familia.

Con los años y las decepciones, fue aceptando su sino. En la actualidad ya había dejado de pelear por sus derechos -ser infante y por tanto enterrado en El Escorial, así como cobrar parte de la herencia de su padre-, y se conformaba con que su sobrino nieto Felipe de Borbón, rey de España, le llamase para darle un abrazo. Lo único que consiguió fue de muerto: ayer llegaron al tanatorio sendas coronas, de los reyes actuales y los eméritos.

Leandro fue el segundo hijo de que la actriz Carmen Ruiz Moragas tuvo con Alfonso XIII (la primera fue Teresa, que nació en 1925). Lo cierto es que no tenía recuerdos con su padre, aunque sabía que los iba a ver con frecuencia a su casa; pero a los dos años, Alfonso XIII se tuvo que marchar. Desde ese momento su madre recibía transferencias del rey exiliado desde una cuenta en Suiza. Cuando en 1936 Carmen Ruiz murió, Francisco Moreno -conde de los Andes, que acabó siendo albacea de Alfonso XIII- se convirtió en su tutor. Y fue cuando cumplió los diez años cuando el administrador de la Casa de Alba le informó de quién era realmente.

Estudió Derecho, se hizo piloto de guerra y civil, pero tuvo una vida con altibajos, como empresario y asesor. En los noventa vio que jamás se le reconocería como infante y preparó un libro (El bastardo real) con el periodista José María Sole, que publicó en el 2002. Presentó entonces la documentación para ser reconocido hijo de Alfonso de Borbón y Austria en el juzgado con tal avalancha de pruebas -y el silencio, que no oposición, de la Casa Real- que en mayo del 2003 pudo cambiarse el apellido. Después llegaron dos libros más -De bastardo a infante de España (2004) y Alfonso XIII visto por su hijo (2007)- y un periplo, algo triste, por las televisiones.