Las cuentas se aprenden jugando

Sara Carreira Piñeiro
Sara Carreira REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

PACO RODRÍGUEZ

El informe PISA alertó de que más horas de Matemáticas no garantizan mejores resultados. En los colegios lo saben y buscan alternativas útiles

23 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

«La mitad de 40 menos el doble de uno». Así suena el bingo matemático que juegan en el colegio público San Francisco Javier de A Coruña. Es una de las muchas actividades que los niños de entre 5 y 12 años realizan dentro de un programa pionero, Matematízate, un plan desarrollado por una madre para que los niños aprendan matemáticas básicas sin darse cuenta, y lo consigue. Es el claro ejemplo de lo que explica el informe PISA: en los países ricos aumentar el número de horas de Matemáticas no es la solución para mejorar los resultados; importa más que sean aulas con pocos niños o que estos presten más atención para aprehender los conceptos.

El bingo es una experiencia nueva y supone revuelo. El cálculo es mental y los jugadores apenas tienen ocho años. Preguntas, manos en alto, profesores pidiendo silencio... hay mucha emoción y nadie piensa que es una clase de mate. Tampoco ningún alumno diría que se dan Matemáticas en unas clases que incluyen hasta cambio de aula. En una de las estancias del centro hay mesas en círculo y sobre ellas, diferentes juegos. Es el núcleo de Matematízate, y su funcionamiento es sencillo solo en apariencia: dos alumnos de cada clase se convierten en monitores y enseñan a sus compañeros trucos, juegos y adivinanzas que exigen concentración, capacidad espacial y una respuesta aritmética rápida.

Mateo, uno de estos alumnos monitores, explica el funcionamiento de una de las actividades: es un juego de la oca y las fichas son personajes de Mario Bros, por lo que Toad o Luigi tienen que recorrer un camino de plataformas con sumas y restas a partir del número que salga en los dados; es sencillo porque está pensado para los pequeños (primero y segundo de primaria) pero la atracción de los personajes hace que también los mayores quieran repetir.

Brais se encarga de comentar uno de los ejercicios en apariencia más complicados: pasar una torre de siete piezas de tamaño descendente de un lugar a otro moviendo las piezas de una en una y sin que una grande quede nunca sobre una menor. Brais demuestra que domina los tamaños a una velocidad que pocos adultos podrían igualar.

Pero hay más actividades en esa clase donde hasta la magia tiene cabida. Una cinta de Moebius -esa en la que se usan las dos caras- se convierte en manos de Ana Rodríguez, la madre creadora de esta experiencia, en el símbolo del infinito y, enseguida, en un doble aro, todo ante la atenta y sorprendente mirada de los monitores, que todavía no conocían el truco.

Adivinanzas con truco

Llegan las adivinanzas, algunas con trampa: «Estás participando en una carrera y adelantas al segundo. Acaba la carrera, ¿en qué número terminaste?». «De primero, ¡qué fácil!», dice la periodista «¡Nooooo! ¡De segundo!», se apresuran a decir Miguel y Antón. Risas generales y sensación de triunfo por parte de unos profes que, como ellos mismos reconocen, «a veces» les resulta «difícil enseñar» a los compañeros. «Si alguien no quiere atender, ¿qué les dices?», pregunta el director del colegio, Emilio Veiga, a Marcos. Este duda unos segundos y responde: «Les digo que si no quieren jugar aquí, que se vayan a otro juego». Fácil. Pero Veiga insiste: «Ya, claro, pero suponte que no quieren, ¿qué haces?». «Como la profesora X, los mando fuera con la silla, o al director», contesta otro alumno.

Lo cierto es que el comportamiento de los niños es bueno, aunque Marcos reconoce que «como son de clase, a veces se lo toman un poco a broma», y Ainhoa sentencia: «Son mejores los pequeñitos, los mayores vienen a jugar a lo de Mario Bros y los pequeños a aprender». A Fátima no le importa mucho porque «aprendes el oficio», el de profe, claro, que es lo que quiere ser ella de mayor. Igual que Ainhoa, Aisha o Helena, con H, aunque esta duda entre maestra y amazona.

Los monitores son un encanto. Algunos ocupan los primeros puestos de clase, pero otros han sido elegidos por sorteo, sin preferencias. Todos se sienten poderosos, valorados y desarrollan no solo su sentido de la responsabilidad y la capacidad para resumir y guiar, sino también otros aspectos, como su expresión oral y vocabulario. Y es que las matemáticas, dice entre risas Ana, valen para todo.