Los científicos llegaron a esta conclusión a partir de plantas cultivadas en laboratorio, que cambiaban su fisiología de manera importante a lo largo de la jornada impulsadas por los ritmos circadianos, los ciclos de luz y oscuridad. Esto supone una ventaja, ya que les permite alterar los niveles de sustancias químicas que les protegen de insectos y otros herbívoros, además de controlar los nutrientes y de activar fitoquímicos beneficiosos para la salud. «Tal vez deberíamos guardar nuestras verduras y frutas bajo ciclos de luz-oscuridad, y elegir el momento para cocinarlos con el fin de aumentar su valor nutricional», apunta Braam.