«Los cuernos de los demás son divertidos, los de uno no tanto»

Javier Becerra
Javier becerra A CORUÑA / LA VOZ

SOCIEDAD

CAPOTILLO

17 ago 2012 . Actualizado a las 06:58 h.

Arturo Fernández asegura que todas las personas «han sido infieles alguna vez en su vida, al menos, de pensamiento». Por ello cree que Los hombres no mienten, la comedia de enredos de pareja que representa de nuevo en el Teatro Colón de A Coruña, volverá a agotar el papel como ocurrió el año pasado. «Los éxitos nunca sabes cuándo van a terminar», dice pausando las sílabas y soltando una risotada final. Hoy, a las 20.30 horas, será la primera de las seis funciones que tendrán lugar hasta el próximo martes. Las entradas van de 22,50 a 19,20 euros (servinova.com)

-¿Puede ir una pareja a ver la obra sin que luego surjan las preguntas incómodas?

-Bueno, es una comedia de codazos [se ríe]. Hay muchos por parte de él y de ella. Pero sí, deja una pregunta: ¿En la infidelidad es conveniente decir la verdad o mentir? Yo creo, sinceramente, que no es importante contar los cuernos de cintura para abajo, los que hay que contar son los de cintura para arriba. Ahí sí que se sufre. Lo que ocurre es que los cuernos de los demás son terriblemente divertidos, pero los de uno no tanto [risas].

-Entenderá que si uno contesta lo que dice usted puedan surgir serios problemas.

-Por eso digo que a lo mejor hay que callarse. La disyuntiva es si hay que decir la verdad o mentir. Yo apuesto por mentir. Pero hay un problema: los hombres en la infidelidad mentimos muy mal. Damos muchísimas explicaciones que nadie nos pide y se nos nota enseguida.

-¿Lo hacen ellas mejor?

-Sí, la mujer es mucho más inteligente. Cuando un hombre tiene un plan para ser infiel anda por casa y da muchas vueltas, habla mucho, explica por qué tiene que ir a tal sitio, se queja de que tiene un problema de trabajo... La mujer con un plan no dice nada. Si el marido pregunta, ella dice: «Voy a la peluquería». Y el hombre no pregunta más. Luego cuando vuelve, como nunca entendemos si una mujer va bien peinada o mal peinada, pues cuela.

-Usted es un galán a la antigua. ¿Cómo vivió el auge de los metrosexuales hace años?

-Yo lo del metrosexual no lo sé, es algo que me lo pusieron a mí hace 50 o 60 años. He sido el primero [risas], pero luego se perdió y ha vuelto a resucitar otra vez.

-¿Es más difícil hacer reír o llorar como galán?

-No se trata de reír, sino de conseguir la sonrisa con elegancia. Lograr una carcajada es sencillo, pero llegar a la sonrisa evitando la ordinariez y la chabacanería que reina ahora es muy difícil. Eso es la alta comedia.

-Presume de no haber pedido nunca una subvención.

-Jamás lo he hecho y jamás lo haré. Para mí es un orgullo. Nadie puede verme por la calle, señalarme y decir «Este vive de mis impuestos». Yo voy siempre a los teatros a taquilla.

-¿Este tipo de declaraciones están bien vistas en la profesión?

-¡Me importa un bledo! Ya va siendo hora de que parte de la profesión se entere de que todo eso se acabó.