Una decisión judicial tiene en vilo a la Amazonia brasileña

Marta Caravantes

SOCIEDAD

20 ago 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Una decisión judicial tiene en vilo a toda la población indígena de Brasil. Si se permite a seis latifundistas permanecer en los dominios indígenas de Raposa Serra do Sol, todas las tierras demarcadas hasta el momento podrán ser ambicionadas por el agronegocio. Dos modelos de desarrollo (el de los pueblos indígenas y el de las grandes corporaciones) luchan por ganar la crucial batalla este mes.

Raposa Serra do Sol, en la Amazonia brasileña, es tierra indígena demarcada y homologada por el Gobierno de Lula en el 2005. Allí viven más de 19.000 indígenas de los pueblos Macuxi, Wapixana, Taurepang, Patamona e Ingarikó. A pesar de la prohibición de entrar en tierra indígena, en 1992 se detectaron por primera vez las invasiones de los latifundistas arroceros. En trece años las plantaciones crecieron de 2.100 hectáreas a más de 14.000, provocando la deforestación y el envenenamiento de los ríos por el uso de agrotóxicos.

En abril, el presidente Lula envió a la Policía Federal a expulsar a los arroceros. Los latifundistas respondieron con violencia. Diez indígenas fueron heridos. «Comenzaron a dispararnos, tiraron bombas y empezamos a retroceder. Fui herido en la pierna, en la espalda y en la cabeza», comenta un joven macuxí. Santinha Da Silva estaba también el día de la agresión. «Si ellos quieren matarme, que me quiten la vida, pero dejando la tierra para mis hijos».

Días después, el Superior Tribunal Federal decidió cancelar la operación policial del presidente Lula y admitió un recurso que, de prosperar, permitirá a los arroceros continuar en tierra indígena. El poder del agronegocio, acrecentado en Brasil a partir de los agrocombustibles, podrá ambicionar todas las tierras indígenas de Brasil ya demarcadas.

Ningún arrocero ha pagado las multas por deterioro ambiental y tampoco hay nadie en prisión por las agresiones a los indígenas. «Ya fueron detenidas algunas de esas personas, pero por períodos muy cortos, ya que disponen de recursos y mucha influencia política que consigue convertir los procesos en disputas jurídicas interminables», afirma Paulo Santille, coordinador de Identificación y Delimitación de las Tierras Indígenas.

En Brasil hay 604 tierras indígenas, habitadas por 215 pueblos que hablan 180 idiomas. En ellas viven 600.000 personas. En su cosmogonía no existen las fronteras ni la burocracia. Gecinaldo Barbosa, presidente de la Comisión de Organizaciones Indígenas de la Amazonia, dice que el problema «es del mundo entero; el problema es de quien defiende la vida».