Cuando las viviendas turísticas alteran la paz del rural de Santiago y Ames: «Pensan que poden facer o que queiran pero aquí tamén vive xente»

Andrés Vázquez Martínez
Andrés Vázquez SANTIAGO

VIVIR SANTIAGO

XOAN A. SOLER

Los vecinos de diferentes aldeas de la comarca critican el exceso de ruido con el que tienen que vivir cuando se organizan fiestas en estas casas, muchas veces alquiladas con ese fin

01 nov 2023 . Actualizado a las 16:23 h.

Si bien en Santiago de Compostela la correcta adaptación de la vivienda de uso turístico lleva dando que hablar durante años, con vecinos que ven sus calles invadidas y trabajo por hacer en el control de estos pisos, en las zonas rurales de la periferia capitalina también hay problemas. No son del mismo tipo, aunque tampoco son tan diferentes. En estas áreas no hay quien se queje de la falta de alquileres, o de que los de tipo turístico estén acabando con los de larga duración: en las afueras de Compostela, O Milladoiro o Bertamiráns (Ames), lo que preocupa es la proliferación de las casas para hacer fiestas en ellas.

Desde que hace unos diez años se pusiera casi de moda entre algunos jóvenes ir a casas de turismo rural para prácticamente destrozarlas, la situación ha venido mejorando. Aquellas fiestas, si se les puede llamar así, consistían en causar desperfectos en todo el inmueble, una actuación que acababan pagando sus familias al ser menores los comprometidos en muchas ocasiones. En A Baña, los padres de unos jóvenes terminaron pagando una cifra próxima a 30.000 euros por los destrozos en una casa de turismo rural, siendo unos cincuenta los muchachos implicados, al expandirse la noticia de la celebración de la fiesta por las redes sociales y el colegio privado de Santiago en el que estudiaban muchos de los partícipes.

Actualmente, las cosas ya no son así, y muchas veces gracias a los propios vecinos. El esfuerzo y la perseverancia, casi resignación, de los habitantes de la aldea de Raíces, en Ames, logró terminar poco a poco con la actividad de una vivienda de uso turístico que se alquilaba fin de semana sí y fin de semana también para hacer fiestas. Su duración, expandiéndose hasta altas horas de la madrugada, obligaba a vecinas como Marta Sánchez a llamar a la policía casi todas las noches de juerga, «en las que había hasta pinchadiscos contratados y se entendían las letras de las canciones desde dentro de casa». Todo aquello la pilló con una hija pequeña, además, por lo que el descanso era nulo, si es que lo había.

La situación se remedió, tal como dice, debido a la presión vecinal «y a que yo creo que los propios dueños se cansaron de tantos líos, pues cada fin de semana recibían nuestras llamadas o, directamente, las de la Guardia Civil. «Actualmente, esa casa está alquilada a una familia, con alquiler de larga duración y no por una noche, y son ya tan vecinos de esta aldea como nosotros».

Ahora bien, aunque con otra dimensión, el problema se ha movido tan solo unos metros. La lucha de Raíces se centra ahora en la actividad de una casa rural, que básicamente está empleada «para hacer celebraciones y fiestas», en palabras de Marta Sánchez. André García Piñeiro, habitante también de la aldea, profundiza sobre este nuevo caso, que hizo poco duradera la paz en Raíces: «Esta casa básicamente úsase para festas, sempre durante a temporada alta e tamén nalgún fin de semana que outro. Neses momentos do verán, ou ata de maio ou setembro, non se respeta o día da semana e polo tanto tampouco o descanso nocturno, ata o punto de que este mesmo mes de setembro tivemos un gaiteiro ata as doce e media da noite».

Cuenta García que se produjo, no hace demasiado, hasta algún que otro altercado, «xa que cunha situación reiterada como é esta, faise difícil que non acontezan cousas así». Por citar un caso en el que las cosas se pusieron tensas, recuerda el vecino cuando una vez les pusieron petardos por toda la aldea, «unha situación moi desafortunada e feita claramente con mala intención, que deixou a moita xente maior da que vive aquí sen poder durmir en toda a noite». Con cierta impotencia, sentencia André García: «Estes turistas pensan que poden facer o que lles da a gana pero aquí tamén vive xente».

Si no son las fiestas, señalan los vecinos, pueden ser coches aparcados en cualquier sitio o actos que rozan casi lo incívico, como ese de los petardos o las fiestas que, por lo que cuentan, se celebraban bajo el estado de alarma derivado de la pandemia del covid-19. «É certo que a resposta por parte da empresa que xestiona a casa é rápida, parando os pés dos alugados, pero non pode ser que teñamos que estar contactando con ela cada poucas noites, ou directamente coa policía, que así non hai quen viva».

Por parte de los gestores del alquiler en la casa, llamada Casa do Cruceiro, señalan que tales problemas no existen «máis aló de casos puntuais» y que, en general, la relación con los vecinos es «cordial». No es que no lo sea, pues, como dijo André García, atienden a sus llamadas e intervienen con eficacia cuando hay problemas, pero tampoco ponen soluciones duraderas a situaciones que, según el sentir de los habitantes de Raíces, ya son cotidianas al menos durante una época del año.

Cuando el problema no es el hospedado

No demasiado lejos de Raíces, en la también amiense aldea de Bugallido, otra vivienda de uso turístico quita el sueño a los vecinos. En este caso no se trata de una casa rural, aunque también este alquiler está copado de gente con ganas de fiesta. Una vecina de la zona, de igual manera que los habitantes de Raíces, se encargó durante meses de llamar a la policía cada vez que hay ruidos que le impiden el descanso, algo de lo más habitual, también en el ensanche o en el casco viejo de Santiago.

Si bien estas carencias de sueño ya le están repercutiendo en problemas de salud, «como crises de ansiedade ou de pánico», esta vecina de Bugallido (que prefiere guardar su identidad) relata situaciones de acoso por parte de los propios dueños de la casa, y gestores también de su actividad económica. Estos, bajo su palabra, engloban desde ruidos constantes aun cuando no hay gente hospedada hasta momentos de acoso a ella y a su hija.

«Faise frustrante vivir desta maneira, xa non con problemas cando hai festa dentro da casa, tamén con medo que a que as chamadas á policía poidan ter un resultado peor o día de mañá», comenta la vecina.

Desde dentro de las viviendas

En general, y por lo que dicen sus gestores o gerentes, las casas de turismo rural de la comarca de Santiago no suelen acoger este tipo de fiestas, centrándose más bien en estancias familiares y también de peregrinos. Es por ello que cuando una de estas casas se dedica a las fiestas, se nota.

Los responsables de la gestión de Casa do Cruceiro, en Raíces, apuntan que ellos no han tenido problemas ni parecidos a los ocurridos en 2013 en A Baña, «nada máis aló de, por exemplo, un día que tivemos na casa a un equipo de fútbol e romperon unha porta». En esos casos lo que se hace es reclamarles los gastos, «que pagan sen maiores problemas».