Javi Chorén, el santiagués que asombra en Gran Canaria: «Fiché gente para el baloncesto inclusivo hasta en el súper y ya somos 1.410 familias»

SANTIAGO
El compostelano puso en marcha en el 2019 el Proyecto Suma, que promueve el baloncesto en personas con discapacidad. «Niños que no saben hablar, nada más levantarse, sacan la equipación de 'El Granca' del armario porque es su forma de expresar que quieren entrenar», destaca emocionado. «Javier Fesser, el director de 'Campeones', me invitó al estreno del filme...», señala
11 may 2025 . Actualizado a las 19:22 h.Admite que le cuesta rescatar solo unas pocas vivencias. «Es que son muchas… Imagina lo que es ver en los ojos de los niños que no saben hablar su aceptación, sus abrazos o saber que, nada más levantarse, sacan del armario la equipación de ‘El Granca’ y se la llevan a sus padres al ser su forma de decir que quieren entrenar», afirma Javi Chorén, el santiagués de 42 años que suma elogios desde que en el 2019 puso en marcha en Gran Canaria el Proyecto Suma, un programa de baloncesto inclusivo que cambió la vida a muchos al amparo del club Dreamland Gran Canaria, de la Liga Endesa. «Siempre tuve la ambición de transformar. Me gusta asumir retos. Creo que lo que hice en Santiago con 17 años ya lo fue», evoca.
«De niño me enganché al baloncesto, siguiendo en parte la pasión de mi padre (Javier Chorén). Aún ahora, cuando tanto él como mi madre no trabajan en la tienda familiar, Calzados Rivadulla, siguen al Obradoiro», comenta sonriendo. «En mi colegio, La Inmaculada, también jugaba. Llegó un momento en el que a un equipo le faltaba entrenador y me ofrecieron serlo. Al poco, me propuse asentar la base deportiva de ese colegio y crear un club, con muchas disciplinas. Ver que, a pesar de mi juventud, los padres arropaban mis decisiones, me impulsó. En cuatro años pasó de tener 15 a 500 niños», señala.

«Vi claro que quería ser entrenador. Envié muchos currículos y, tras pasar por el Leganés, me incorporé en el 2011 al Club Baloncesto Las Rozas, en Madrid. Allí entrené en casi todas las categorías y puse en marcha, en el 2015, mi primer proyecto social», acentúa. «Mucha gente me lo pregunta, pero yo no tenía a nadie cercano con discapacidad. Fue todo un poco impulsivo, como soy yo. Fuera del pabellón veía a gente de una asociación para personas con discapacidad. Un día, con la pista vacía, pensé: "¿Y si los entreno?" Se lo planteé a la presidenta de su asociación quien, ojiplática, aceptó, pero si antes lograba que se familiarizasen conmigo. Me formé, me fijé en lo que hacían sus profesionales e introduje un balón... Con el tiempo se involucraron 200 familias; metimos a más asociaciones en el club, algo innovador. El ex baloncestista Josh Fisher, que trabaja para la NBA, me veía y avaló mi forma de entrenar. Habló con directivos del Dreamland Gran Canaria, donde él había jugado, y ya me mudé», aclara.
«Mientras entrenaba a la cantera, también nació allí el Proyecto Suma, de baloncesto inclusivo. Al principio fichaba a gente incluso por el súper. Un día, en la playa, vi a un niño con autismo con una crisis. Pregunté a la madre si le gustaría que jugase en ‘El Granca’ y, tras su asombro, la convencí... Ver que 6 años después somos 1.410 familias, emociona...», subraya. «En la acogida también influyó que aquí todo el mundo tiene cabida. La diversidad suma. No importa la edad. Juegan desde niños a gente de 73 años. Se me decía que era una locura que en el equipo coincidiesen distintos tipos de discapacidad, pero, sin distinción, convergen en las canchas. Un chico con hipersensibilidad auditiva, que usaba cascos para protegerse, coincidió con otro que hacía ruidos para estimularse. Y funcionó. Uno se acostumbró al ruido y otro se aburrió de hacerlo», sonríe con gran cariño.
«Con el empuje directo del Cabildo insular, del Gobierno de Canarias y del presidente del club, Sitapha Savané, y con patrocinios privados, nos hicimos cada vez más grandes. El proyecto llega a muchos ayuntamientos. Cada mañana voy a uno, a un punto de encuentro, un pabellón o no, donde se juntan los chavales de distintos centros escolares. Tenemos 23 colegios en lista de espera... Por las tardes entreno en el club. No paro, pero estoy feliz», constata. «Javier Fesser, el director de Campeones, el gran filme sobre baloncesto inclusivo, me invitó al estreno... Ya digo que antes de trabajar en este proyecto hay que ver también otra película, La vida es bella, para saber sacar una oportunidad de cada adversidad. En uno de nuestros viajes, una niña se puso nerviosa en un control aleatorio del aeropuerto. Le dije que en realidad era para el sorteo de un coche. Cuando el resto lo oyó, fueron corriendo», prosigue. «Los infinitos mensajes de agradecimiento de los padres lo valen todo... El año pasado ‘El Granca’ rindió tributo, al retirarse, a la primera mujer que se sumó al proyecto Suma con el mismo homenaje que se hace a las leyendas...», realza desde Santiago, donde estuvo de visita en las últimas semanas.
«Cada dos o tres meses intento venir...», explica desde las pistas de baloncesto del barrio compostelano de Pontepedriña. «Mi pasión por este deporte empezó de niño aquí. Recuerdo que mi abuela me dejaba bajar a jugar solo desde las 18.00 horas y yo le adelantaba siempre el reloj. Ella luego se daba cuenta al preparar la cena mucho antes», rememora riendo, ahondando en su querencia por su ciudad natal. «Cada semana solo sigo los partidos de dos equipos: los de 'El Granca' y los del Obradoiro», destaca.
De cara al futuro asegura que le gustaría volver, compatibilizándolo con el Proyecto Suma, al baloncesto de competición. «Es algo que tengo en mente y además creo que regresaré como un entrenador ya mucho más completo, por todo lo que aprendí estos años. Ellos me hicieron también mejor entrenador», concluye ilusionado.