El AVE y los chiringuitos

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

03 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

No tengo ninguna duda de que un gran complejo estación de tren-centro comercial o tal vez centro comercial-estación de tren -visto lo visto, uno ya no sabe qué es lo primero-, como el que ha estrenado el centro de Vigo esta semana, en Santiago sería la bomba. Literalmente la bomba, porque dinamitaría el pequeño comercio de gran parte de la ciudad, empezando por el del Ensanche, por proximidad en la onda expansiva. Y a estas alturas Santiago no está para perseverar en el error que ya han cometido la propia capital gallega al condenar a Área Central plantándole a un paso As Cancelas, así como otras ciudades vecinas [A Coruña] por manifiesto exceso de grandes superficies comerciales.

Dicho esto, al realizar un paseo virtual por el complejo Vialia de Vigo -300 millones de euros en total, de los que, al parecer, 73,6 fue el desembolso del ADIF para la estación del tren, y falta que la Xunta ponga a rodar la del bus, otros 18- a uno le parece que es una intervención realmente llamativa, de esas que transforman una ciudad, aunque es pronto para saber si para bien, para regular o para mal. De momento, parece que el impacto en el pequeño comercio del corazón olívico no augura nada bueno.

Cabe recordar que el primer dibujo de la estación del AVE de Santiago, aún en tiempos de Xerardo Estévez, fue tumbado por el Concello por considerar que el ADIF se reservaba demasiada superficie comercial y residencial, con la idea, claro está, de especular/rentabilizar la inversión que suponía la modernización de la decimonónica infraestructura ferroviaria compostelana.

Después vino el proyecto de Juan Herreros, con José Blanco al frente de Fomento, y al poco irrumpió Gerardo Conde Roa y tiró por la borda el plan ya en marcha de una estación a la altura de lo que necesita la capital, eje del transporte ferroviario de Galicia con la realidad consolidada de más de 2,5 millones de pasajeros al año y previsión de llegar a 3,5 en el 2025, frente a la expectativa de dos millones para Vigo que, eso sí, tendrá la estación de tren más requeteguay, pero no lo más utilizada, porque esa seguirá siendo la de Santiago debido a su centralidad.

Por supuesto, lo que iba a ser el mejor ejemplo estratosférico de intermodalidad, al vincular el transporte ferroviario y de bus con el aéreo, no pasó de ser producto de la imaginación -alguna vez brillante, es verdad- de aquel efímero alcalde, y pasada la oportunidad de la conjunción astral favorable a Santiago de la que emanó el frustrado primer proyecto de Herreros tras un concurso arquitectónico de ideas, la ciudad perdió ese tren y ahora solo cabe esperar que, al menos, la estación del Hórreo quede digna. Y probablemente así será, si nos fiamos del mismo arquitecto, que ha tenido que dibujar de nuevo la infraestructura con trazos menos gruesos, presupuestariamente hablando, y más ingeniosos.

No obstante, tratando de imaginar los volúmenes del futuro edificio terminal, encajonados entre la pasarela peatonal y la estación actual hasta donde permite su gran marquesina, queda claro que, vale, no será una estación «Frankenstein», como auguran los más escépticos, al ser producto de elementos añadidos, pero tampoco va a ser ese complejo que impresione a los visitantes como el de Vigo, con sus 43.000 metros cuadrados de uso comercial. Aquí, unos cuantos «chiringuitos» acoplados en la superficie añadida a la pasarela para acceder a los andenes bajando por las escaleras mecánicas. Una inversión que rondará los 33 millones no da para mucho. Pudo ser más y mejor, pero es lo que hay.