Papel higiénico

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor ENTRE LÍNEAS

SANTIAGO

12 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Fui al súper a comprar papel higiénico, agua embotellada, leche, yogures, legumbres y pasta. Productos todos ellos indispensables en el búnker en el que admito querría convertir mi casa por si pasado mañana la crisis del coronavirus da otro giro y de la histeria personal y callada en la que estamos casi todos sumidos damos el salto al siguiente nivel: la histeria colectiva confesada a gritos y el caos. Admito que hace un mes todo este embrollo me parecía un tanto exagerado, pero en el momento en el que vi campos de fútbol vacíos y competiciones suspendidas entendí que la cosa va muy en serio. Por eso, no sin una cierta vergüenza por haber sucumbido al pánico, fui al súper. Lo que vi allí no me tranquilizó, la verdad. Muchas más personas habían tenido los mismos pensamientos que yo y empujaban carritos repletos de artículos de primera necesidad. Pero, entre ellos, el rey era el papel higiénico. Yo me llevé cuatro paquetes pero alguno había con más. En la línea de caja, mientras esperaba, me pregunté a mí mismo por qué tenemos tanto miedo a quedarnos sin papel higiénico. No parece algo indispensable. Es más, es sustituible por un periódico viejo, un clínex, por el bidé o, ya puestos, por la ducha. Todo este sinsentido me sugirió la apocalíptica metáfora de una sociedad más preocupada de poder limpiarse con comodidad que de frenar los contagios del dichoso virus. Porque la histeria que nos ha llevado a todos al supermercado no se corresponde con la irresponsabilidad de los que siguen viajando o de los tantísimos universitarios madrileños o vascos que aprovechan que no tienen clase para ir a los bares. No tenemos remedio.