Sargadelos

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

02 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La marcha de Sargadelos de la Rúa Nova no es, a primera vista, una buena noticia para el casco monumental. La operación de compraventa acaba de consumarse y parece prematuro que tanto el grupo ceramista vendedor del edificio histórico como el maderero Finsa comprador del mismo vayan a concretar ahora sus planes: si el primero buscará sede alternativa y, en caso afirmativo, si lo hará en la zona noble; y el segundo, qué usos le dará al inmueble que acaba de adquirir por aproximadamente 2,5 millones de euros. Pero es una mala noticia por dos motivos: primero, porque se consuma el anunciado repliegue de Sargadelos y, por tanto, la puntilla a todo lo que ha significado desde hace cuarenta años para Compostela -la galería, el IGI- como centro de difusión de cultura unido a una industria de producción y comercialización de cerámica orgullo de Galicia. La sede de Sargadelos es mucho más que una amplia y atractiva tienda de arte de porcelana con extensión literaria, es un centro de difusión cultural al servicio de la ciudad, un espacio donde ayer mismo el Concello desarrollaba su programa de animación a la lectura o donde entidades culturales y sociales de todo tipo celebran actividades o se presentan ante la ciudadanía. Y segundo, porque, en espera de lo que Finsa vaya a hacer ahí, es otro paso atrás, y no menor, en el objetivo apremiante de mantener las señas de identidad propias de la ciudad histórica; es la pérdida de un perfil insustituible -incluso salvando la distancia con aquel Sargadelos esplendoroso- y acarrea consecuencias. Como decía Juan Requejo ayer en La Voz: «Si la ciudad histórica no es una ciudad viva, es un yacimiento».