Don Perignon del 98 y Chardonnay

La Voz

SANTIAGO

04 sep 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

De los tres edificios que componen el recinto, los insurgentes solo permiten el acceso a uno, el central, de dos pisos y con una cúpula de vidrio con vistas a la puesta de sol. En su interior, trofeos para un museo del gadafismo: carteles del régimen destrozados y una bandera verde raída que aguantó hasta que los milicianos se hicieron con la casa. El resto de las edificaciones, vetadas para la cámara, probablemente se utilicen como arsenales rebeldes.

Si Shaadi es el deportista, a Mutassim habría que calificarlo como el playboy. Ha ejercido como asesor de seguridad del régimen, pero su tiempo libre lo pasaba en un loft alzado frente al mar en el interior de una exclusiva urbanización. No estaba solo. Hannibal, Aisha y Safía (segunda mujer de Gadafi) también disponían de su propio apartamento en la zona. Nada más poner un pie en el rincón de Mutassim, decorado con gusto en tonos blancos y negros, queda claro cuál era su uso: refugio para el desenfreno. En el interior, a la derecha, una barra donde todavía quedan botellas que evidencian los carísimos gustos del hijo del general. Tres botellas de Don Perignon del 98 y otra más de Chardonnay. A la izquierda, un equipo de musculación equipado con un impoluto espejo. La iluminación no podía ser mejor. Buena parte de los muros están formados por inmensas cristaleras, para que el vástago de Gadafi no se pierda la puesta de sol. Avanzamos hasta la habitación principal. En el centro, un enorme sofá cama redondo, cuyas plumas blancas se esparcen por toda la estancia. En un lateral, lo que fue una inmensa televisión de plasma de la que solo queda el soporte. Las cajas vacías de colonia Giorgio Armani y un yacusi semiescondido bajo el apartamento son las pruebas definitivas de que, al menos, Muntassin tenía clase. Apenas queda nada del imperio Gadafi. Quién sabe cómo terminarán los restos de una saga que controló Libia con mano de hierro.