La aerolínea que nació escacharrada

SANTIAGO

Francisco Cacharro Pardo quiso convertir hace 25 años un Aviocar C-212 en un Castromil con alas de ámbito interprovincial, pero su proyecto resultó inviable

18 oct 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Hoy suena a broma pero, hace 25 años, el presidente de la Diputación Provincial de Lugo, Francisco Cacharro Pardo, lo decía muy en serio. Cacharro se empeñó en hacerle ver a las autoridades la conveniencia de apoyar una especie de coche de línea aéreo, de ámbito interprovincial, que uniese Galicia, Asturias, Cantabria y León, sacándole partido al aeródromo lucense de Rozas y, por supuesto, a los aeropuertos de Lavacolla, Peinador y Alvedro.

La idea resultaba atractiva, así que el presidente provincial lo dispuso todo para hacer una demostración de altura. Y se trajo un Aviocar C-212 con el que, durante unas dos horas, recorrió Galicia acompañado de un pasaje ilustre que debería sopesar pros y contras y, en definitiva, ver si el asunto era viable o no.

La Voz hizo un amplio despliegue de aquel vuelo, que partió el miércoles, 10 de octubre de 1984, desde el aeródromo de Rozas.

La aeronave, procedente de Getafe, llegó a Lugo una hora más tarde de lo previsto; mal comienzo. En el momento de salir sufrió un fallo de la batería de arranque, «que hubo de ser sustituida por otra facilitada por el Real Aero Club de Lugo, cuyos directivos Ramón Touceda y José Luis García Dans recibieron a las autoridades y a la representación de la dirección de CASA y tripulación del C-212», contaba La Voz.

Pasaje ilustre

Y es que, efectivamente, el avión fabricado por Construcciones Aeronáuticas S.A., llevaba en su barriga metálica a no pocos nombres importantes de la época y de la actualidad. Acompañaban a Cacharro y a su vicepresidente, Enrique Álvarez Paredes -incorporándose en los distintos aeropuertos gallegos en los que, como un Castromil con alas, fue parando el avión- el vicepresidente de la Xunta, Xosé Luis Barreiro; el conselleiro de Ordenación do Territorio, Ángel Mario Carreño; el de Industria y Energía, Ramón Díaz del Río-Jáudenes; varios miembros de la Diputación de A Coruña; unos cuantos periodistas y el presidente de la Diputación de Pontevedra, Mariano Rajoy Brey.

«El aparato, que se reveló muy útil para desenvolverse en pistas o aeropuertos escasamente preparados para despegar y aterrizar en distancias cortas -recogía La Voz-, hubo de sobrevolar los aeropuertos de Santiago y A Coruña antes de tomar tierra para recoger a las autoridades antes mencionadas». El Aviocar C-212 despegó de Rozas a las 13.00 y tomó tierra en Peinador media hora después, donde se subió Rajoy.

Solo cinco minutos después de que el actual presidente del Partido Popular tomase asiento, el aparato volvía a elevarse con dirección a Alvedro, pero como había retraso, sobre la marcha, se decidió variar el rumbo y enfilar Lavacolla, donde esperaban Barreiro Rivas y los conselleiros. Pero de nuevo hubo que abortar: los pasajeros no habían llegado, así que otra vez se apuntó hacia Alvedro, donde aterrizaron a las 14.20. A las 14.43, como un rayo, el Aviocar tomaba tierra, ahora sí, en Lavacolla, haciendo de Galicia un país la mar de manejable.

Finalmente, todos regresaron, sin novedad, aunque con las tripas algo movidas, al aeródromo de Rozas. La sensación debió de ser muy parecida a la que uno tiene cuando se sube al saltamontes que se instala en Santa Susana por la Ascensión, de bote en bote.

Cacharro hizo bueno eso de que, «para comer, Lugo» y agradeció a los conselleiros que hubieran interrumpido un consello de la Xunta para participar en la experiencia piloto. Y destacó que la idea de establecer vuelos interprovinciales e interregionales estaba «muy adelantada», y que enseguida se presentaría un proyecto al Gobierno gallego. Barreiro dijo aquel día que había sido una «ocasión histórica», porque tres de las actividades de máximo riesgo (según el vicepresidente, políticos, pilotos de pruebas y periodistas) se habían metido juntos «en el mismo trasto». Y se comprometió a pagar la mitad del asfalto de la pista de Rozas. Lástima que el proyecto se perdiera en las nubes.