Las telenovelas nunca mueren

MARÍA GONZÁLEZ

SANTIAGO

A CADEIRA | O |

24 sep 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

SERÁ la frialdad de Manzaneda que corre por mis venas, pero me empalagan los azucarados, los melosos, el acento cubano, mi amol y el derroche de caricias sin sentido. Me empalaga Luis Miguel cantando boleros atemporales. No entiendo cómo pudo acabar su historia con la dulcificada Mariah Carey, hasta sus discusiones más viscerales terminarían con un no quiero volver a verte... mi vida. Y sin embargo levanta pasiones. Muchos alaban su torrente de voz, su carisma, lo consideran como uno de los artistas latinoamericanos más importantes en toda la historia. En Santiago arrancó pequeñas histerias. Yo sólo puedo oir su nombre: Luis Miguel, como Carlos Jesús, Miguel Alfredo o José Fernando. Es volver a la década de Cristal, La dama de Rosa o Rubí, cuando Carlos Mata llenaba los sueños de muchas. Al final, y por mucho que lo intente Marilyn Manson, el galán nunca muere. Si nuestras abuelas suspiraban por Antonio Molina y nuestras madres por Juan Pardo o Camilo Sexto, a Luis Miguel le queda vida para rato, aunque no haya tenido la gentileza de hablar con los medios en su descansada estancia en Santiago.