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20 años de LinkedIn

David Bonilla LA BONILISTA

OCIO@

Ilustración original de Hugo Tobio, dibujolari profesional de Bilbao.
Ilustración original de Hugo Tobio, dibujolari profesional de Bilbao. Hugo Tobio

Cómo ha impactado, para bien o para mal, al sector informático desde su lanzamiento

26 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En apenas un par de semanas, el próximo 5 de mayo, LinkedIn cumplirá 20 años. En esas dos décadas, para bien o para mal, se ha convertido en el principal canal de búsqueda de empleo y captación de talento de la industria tecnológica.

Criticar a LinkedIn se ha convertido en un meme del sector y una forma de conseguir el like fácil, al igual que quejarse de Jira o reírse de los que aun usen correos de Hotmail. Y, para alguien que se ha propuesto construir «un LinkedIn pero bien hecho», lo más sencillo hubiese sido centrarse únicamente en sus puntos débiles y escribir una crítica maniquea de la empresa.

Pero según iba conociendo más y más sobre LinkedIn, no pude evitar empatizar con sus orígenes y preguntarme si no cometeríamos todos los mismos «pecados», de disfrutar de una posición tan dominante. En realidad, eso da igual, lo importante para los lectores de la Bonilista son las lecciones que podemos extraer de su historia y su actual rol en el sector.

No pude evitar preguntarme si no cometeríamos todos los mismos pecados, de disfrutar de una posición tan dominante.

LinkedIn fue fundada por Reid Hoffman, una figura tan influyente en el sector digital como desconocida para el gran público, pero al que merece la pena conocer. Para repasar toda su trayectoria tendríamos que escribir un libro, por eso hoy me limitaré a extrapolar lo más relevante en relación a LinkedIn.

Hoffman fundó «SocialNet.com» —una de las primeras redes sociales— en 1997, siete años antes del lanzamiento de Facebook y nueve del de Twitter. Fue una idea adelantada a su tiempo y no acabó de cuajar, así que, se marchó a trabajar con un antiguo compañero de la universidad —un tal Peter Thiel— que acababa de fundar una compañía llamada PayPal.

Cuando la startup fue adquirida por eBay, el 3 de octubre del 2002, Reid se convirtió en muchimillonarioTenía dinero suficiente para no tener que volver a trabajar en toda su vida. Sin embargo, apenas un par de meses después, fundó LinkedIn junto a compañeros de SocialNet y PayPal. En solo seis meses, el 5 de mayo de 2003, lanzaba la primera versión de su plataforma con un equipo de 13 personas.

Si algo había aprendido Hoffman de su anterior incursión en las redes sociales es que estas solo podían crecer de forma viral y que dicha viralidad debía estar integrada en el propio funcionamiento de las mismas.

Al principio, la única forma de usar LinkedIn era mediante la invitación de uno de sus miembros que, efectivamente, pertenecía a tu red profesional. Pero, además, crearon un plugin para que pudieras invitar de forma sencilla a todos tus contactos de Outlook, el estándar para correos profesionales en aquella época. Fue tal el éxito que, 20 años después, LinkedIn invierte ingentes cantidades de dinero para que nadie pueda hacer lo mismo con su plataforma.

La clave fue conseguir que la gente se sintiera confortable compartiendo su perfil profesional. Al principio, solo los usuarios de LinkedIn podían ver los perfiles de otros usuarios y, durante mucho tiempo, no se permitió subir fotos para evitar que la plataforma se convertía en la enésima web de citas.

Un mes después del lanzamiento, tenían 4.500 usuarios. A finales de 2003, alcanzaron los 80.000 y levantaron una ronda de inversión de 4,7 millones de dólares. Hoffman era rico y estaba convencido de que las redes sociales serían the next big thing, pero o no esperaba invertir todo su patrimonio en esta nueva aventura o no quería dejar fuera a los «sospechosos habituales» de Silicon Valley.

Seis meses después, en agosto del 2004 alcanzan el millón de usuarios y, en octubre de eses mismo año, cerraron una segunda ronda de inversión de 10 millones. Se puede encontrar «petróleo» en las 37 página de la presentación con la que lo consiguieron, pero quizás lo más significativo es que ninguno de los competidores que aparecen en la misma sigue existiendo hoy.

En el 2005 lanzan los servicios «premium» que permitían publicar ofertas de empleo y enviar mensajes a usuarios, aunque no fueran contactos directos; y en el 2006 —tres años después de su lanzamiento— la compañía alcanza la rentabilidad por primera vez.

Cinco años después, la empresa sale a bolsa y —justo después de otros cinco años— en el 2016 es adquirida por Microsoft por 26.000 millones de dólares, 7.2 veces sus ingresos anuales. No fue una mala compra, porque desde entonces ha cuadriplicado sus ingresos anuales. Puede que, entre otras cosas, porque —al contrario de lo que suele pasar tras estas operaciones— la inmensa mayoría de directivos de la compañía siguen vinculadas a la misma de una u otra forma. Hoffman sigue siendo miembro del Consejo de Administración de Microsoft.

La plataforma se ha convertido en el mercado de talento por defecto de la industria informática. Hasta tal punto que la única estrategia de recruiting de una gran cantidad de empresas pasa por buscar candidatos en su base de datos... y el único «plan de carrera» de una gran cantidad de profesionales por defecto es reaccionar a las propuestas que allí reciben. Reid construyó un servicio que nos acercó a unos y a otros, pero —también— nos hizo acomodarnos y creer que las relaciones profesionales podían construirse a base de clics. 

Puede que LinkedIn no sea malo, pero los monopolios nunca son buenos.

Sin duda, LinkedIn ha ayudado y ayuda a millones de personas a encontrar oportunidades laborales, pero no toda su trayectoria es luminosa y, por supuesto, su actual modelo de negocio tiene algunos claroscuros.

El plugin de Outlook que le permitió ser viral incluía dark patterns que rozaban el spam, como notificar a todos los contactos por defecto y mandar múltiples recordatorios si no se contestaba a la primera invitación. En el 2015 llegaron a un acuerdo extrajudicial para compensar económicamente a un determinado número de usuarios de la plataforma.

En el 2013, lanzaron una aplicación móvil que —básicamente— funcionaba como un auténtico man-in-the-middle que copiaba en sus servidores los correos de los usuarios y analizaba su contenido.

Pero más allá de mala prácticas puntuales, lo más relevante para el sector es que LinkedIn funciona como un monopolio de facto y usa esa posición privilegiada para imponer unos términos de uso con los que se adjudican amplios derechos sobre los datos de sus usuarios mientras imponen a estos unas desproporcionadas restricciones para poder disponer de los mismos.

Dichos términos de uso establecen que tus datos son tuyos —faltaría más— pero su cláusula 2.2 acota que no puedes compartir tu contraseña con nadie; y el apartado 2 de la 8.2 prohíbe usar programas, scripts o cualquier otro medio —hasta plugins, exactamente lo mismo que ellos usaron en sus inicios— para copiar datos de perfiles. Así que sí, tus datos son tuyos, pero si algún día te los quieres llevar, los tendrás que copiar a mano.

A alguno le puede parecer «normal», como también nos parecía «normal» que se pudieran mercantilizar nuestros datos personales hasta que el RGPD reguló su gestión; o que los bancos no permitieran el acceso autorizado a nuestros datos financieros hasta que la normativa PSD2 nos devolvió el control de los mismos. Si damos por hecho que nuestros datos personales y bancarios nunca dejan de ser nuestros, independientemente de dónde estén, ¿por qué aceptamos que un tercero nos impida disponer libremente de nuestros datos profesionales?

Puede que LinkedIn no sea malo, pero los monopolios nunca son buenos. Es lógico que defiendan su posición —probablemente casi todos lo haríamos si estuviéramos en esa situación—, pero eso no quiere decir que sea lo mejor para sus usuarios.

Quizás la próxima Ley de Mercados Digitales o DMA —destinada a favorecer la competencia, entre otras cosas, obligando a los operadores dominantes a facilitar el acceso a los datos de sus usuarios, cuando estos así lo consientan— permita acabar con ese monopolio que, hoy por hoy, parece inexpugnable.

Mientras tanto, todos los actores del sector deberíamos reflexionar si nuestro empleo de LinkedIn contribuye a mantenerlo. Si hacemos un uso informado de la plataforma o nos limitamos a usarla. La pregunta no es si el sector podría continuar sin LinkedIn sino si, hoy por hoy, nosotros podríamos hacerlo.

ESTA BONILISTA FUE POSIBLE GRACIAS A

Disfruta hoy de la tarima del mañana :)

Mi amigo Pablo es un currante que lleva toda la vida poniendo suelos, incluido el de m casa.

El 20 de mayo de 2003 —15 días después de que se fundara LinkedIn— compré mi piso, que tuve que reformar con un presupuesto más que ajustado. 20 años después, la tarima que Pablo me recomendó e instaló, sigue como el primer día.

20 años después, sigue poniendo suelos, pero se ha especializado en la instalación de «tarima tecnológica», una madera tratada para ofrecer gran durabilidad, que no se putrefacta ni pierde color ni se agrieta y es resistente al fuego, hongos y termitas, por lo que brilla especialmente en terrazas y jardines.

Cuando me dijo que quería patrocinar la Bonilista para dar a conocer sus servicios a los suscriptores le dije que no estaba seguro de que estos fueran su público objetivo, pero insistió. Cuando le pedí el texto que quería publicar me dijo que pusiera lo que yo quisiese, así que, aquí estamos.

Si estáis pensando en instalar o renovar vuestro suelo y no conocéis a ningún profesional de confianza para hacerlo, sabed que yo confío en Pablo.

Este texto se publicó originalmente en la Bonilista, la lista de correo de noticias tecnológicas relevantes para personas importantes. Si desea suscribirse y leerlo antes que nadie, puede hacerlo aquí ¡es bastante gratis!