«Tengo secuelas, pero es un milagro»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTE CALDELAS

Emilio Moldes

Pilar Blanco es una de los 20.000 gallegos que padecen daño cerebral adquirido. En su caso la causa fue un grave atropello durante unas vacaciones en Canarias

26 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El daño cerebral adquirido (DCA), que se conmemora durante la jornada de hoy, es una lesión súbita en el cerebro provocada por distintas causas. Un ictus, un traumatismo craneoencefálico, un tumor cerebral o una infección son las más comunes. La vida de las personas que lo padecen y la de su entorno ya no vuelve a ser la misma. Lo sabe bien Pilar Blanco Rodríguez, Pili, que acompañada por su cuidadora y ya amiga Mari Carmen, relata cómo fue su recuperación y cómo está ahora.

Esta pontevedresa de 63 años, natural de Ponte Caldelas, sufrió un grave atropello en mayo del 2015 cuando se encontraba en Fuerteventura de vacaciones. «Te lo cuento como me lo contaron a mí porque yo de ese día no me acuerdo de nada. Habíamos desayunado e íbamos a ir a un mercadillo. Una guagua que llevaba turistas, como dicen allí, me atropelló en un paso de peatones. El chófer se daba golpes en la cabeza después».

Pili se fracturó la cadera, la pelvis y el fémur, pero lo más grave fue el impacto en la cabeza, que inicialmente también le afectó a la visión en el ojo derecho. Con su inseparable café y un pitillo en la mano que asume que tiene que dejar pronto, recuerda que la situación fue muy complicada. «Estuve en un hospital de Fuerteventura, poco tiempo y mal atendida, y luego me trasaldaron a Las Palmas. Lo que le decían a mi familia es que no iba a vivir. Me hicieron dos trepanaciones en el cráneo porque tenía coágulos en el cerebro...».

Mari Carmen escucha. Pili habla y habla. Tuvo que aprender a andar, primero con la ayuda de un andador y después con muletas, y también a escribir. «Era como un niño pequeño, cogía el bolígrafo y no sabía. Así que aprendí con los Cuadernos Rubio, aunque mi letra no es como la que tenía antes», aclara. Con entereza, asegura que lo pasó mal porque antes del accidente atravesaba por una depresión tras la muerte de su madre. Durante el proceso de recuperación posterior en el Instituto de Neuro-Rehabilitación Quirónsalud de Pontevedra muchas de sus reacciones no eran de ella. «Mi mente estaba confusa, pensaba que vivía mi madre, que en lugar de en La Merced estaba en mi casa y decía groserías a mis hijos y a las enfermeras». No era ella.

Hace once meses, el 1 de diciembre del 2016, Mari Carmen se convirtió, junto a su familia, en un pilar fundamental en su recuperación. «Hoy llevas una conversación con ella, antes te cambiaba de tema, no era capaz de ducharse y con el paso de los meses ibas viendo pequeños avances», comenta Mari Carmen. Puntualiza que ahora ayuda a Pili cuando ella se lo pide: «Le dejo su espacio porque lo necesita. La verdad es que nos llevamos bien y nos queremos mucho».

Forman un buen tándem. Están juntas de lunes a sábado. ¿Y cómo está hoy Pili? «Pues ya ves. De estar muerta a recuperarme con secuelas. Para mí fue un milagro». Lo dice y lo siente. «Soy creyente y practicante y la verdad es que me siento afortunada». Tiene días malos, algunos de bajón y otros en los que para andar necesita el bastón. Echa en falta más fuerza en los brazos, pero se siente feliz porque conserva la vista para leer y bordar y le sobran inquietudes. «¿Qué le pido a la vida? Que me deje disfrutar de la familia, de mi marido y de mis hijos, a los que les debo mucho, y de las pequeñas cosas, de conversaciones, de momentos, que ahora valoro más que antes».