Y ahora, ¿quién se sienta en las terrazas?

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

CAPOTILLO

Los hosteleros ponen voz a una situación que los está minando económica y anímicamente

24 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde el jueves la hostelería de la ciudad está otra vez de luto, si es que en algún momento llegó a aliviar el duelo. Se sienten víctimas y no verdugos de una pandemia que los ha vuelto a abocar a trabajar solo con el 50 % del aforo en sus terrazas, o lo que es lo mismo, a no poder hacerlo en un enero marcado por el frío y la lluvia.

Algunos han cerrado definitivamente, otros se han acogido (o mantenido) a un ERTE y fían al servicio a domicilio sus mayores ambiciones. «No es que no puedas pensar a medio plazo, es que no te dejan pensar». Raúl Facciola, de la Crepería Cre-cotte, resume así cuál es el estado anímico en el que se encuentra él y muchos de sus colegas que notan en los gestos de los clientes como ha vuelto el temor: «Cuando llevamos los pedidos estamos viendo de nuevo esa psicosis, nos piden que le dejemos la comida en el ascensor o en la puerta». Marta González, de La Gramola, corrobora esas palabras y asegura que aunque la situación es insostenible «estoy casi peor anímicamente que económicamente». Y lo dice una empresaria que ha tenido que recurrir a préstamos ICO para poder sacar adelante su negocio y sobre todo, las cotizaciones de los trabajadores.

El escenario es duro, pero lo que se avecina es todavía peor: «No es solo un año malo, a lo mejor necesito seis más para afrontar los créditos que tengo que pagar». Ella prevé abrir la terraza de La Gramola solo el fin de semana y mantener el take away en el Pintxo e viño. Con cinco empleados entre los dos locales le bastaría, pero tiene una plantilla de 19 que está en una situación comprometida desde el pasado marzo. Desde la Asociación de Hosteleros Empresarios de Pontevedra (Hoempo) ponen datos a estas restricciones. Y si los pronósticos se cumplen, el panorama es desolador. «Tengo la seguridad de que cinco locales han cerrado definitivamente, pero los cálculos que hacemos es que entre marzo del año pasado y junio de este año van a caer entre el 40 % y el 45 % de los negocios. Somos resilientes y haremos todo lo posible, pero va a ser un goteo», explica la portavoz del colectivo, Elena Vitoria.

Ante este panorama, el colectivo prepara movilizaciones para que su voz se siga escuchando más alto y con más fuerza. Algunos hosteleros como Marta González reconoce que «estamos sin fuerzas» después de casi un año de peleas.

El mismo sentir se repite en O Bioco, que desde noviembre no ha vuelto a abrir y solo sirve a domicilio los viernes, sábados y domingos. Mónica Garrido atiende su negocio junto a su marido, Juan Castiñeiras. Ellos apenas tienen terraza y con un interior reducido les era inviable mantenerse abiertos. Las nuevas restricciones son una estocada más a su línea de flotación. «Solo podíamos atender a cinco personas y yo no tengo corazón para decirle a clientes de toda la vida que no los podía servir», explica Garrido, que palpa otra vez el miedo en la gente, «nosotros enviamos los menús los lunes para que nos reserven para el fin de semana y ahora hasta última hora no tenemos respuesta».

El Tábula Rasa también bajó la verja el pasado miércoles. Desde el jueves y hasta que las restricciones se suavicen, no volverán a abrir. Son dos autónomos y dos asalariados, para los que han solicitado el ERTE. «Este peche de xaneiro é un peche encuberto porque o aforo nas terrazas co frío e a chuvia é imposible, pero deixan ese fío aberto para non ter que dar axudas», explica María Mariño, que al igual que sus compañeros ponen el foco en el resto de sectores para intentar frenar la pandemia. «Se é necesario o peche, nos somos partidarios, pero é inxusto que os comercios, os bancos ou o transporte siga funcionando», comenta.

Los hosteleros cerraron el pasado jueves sus puertas y no tienen fecha de reapertura. La mayoría sabe que no podrán trabajar con «cierta» normalidad hasta que llegue el verano. Pese a la mala situación que atraviesan, piensan en que si estas medidas traen la salvación, bienvenidas sean, pero repiten «ahora, ¿quién se sienta en las terrazas?.