Miembro del club nacional del sastre desde 1992 era capaz de hacer los trajes de sus grandes clientes sin tenerlos delante. «Al Cordobés le regalé el primero y luego le vendí el resto», subraya Valiño, además de coser también para los hermanos Dominguín. Todos sus recuerdos caben en ese probador testigo de la historia, donde guarda una vida de la que le cuesta separarse. Enseña algunos de los trajes que tiene todavía hilvanados y abrigos de mujer, que también confecciona.
Cientos de anécdotas
En toda una vida de sastre las anécdotas se suceden y dibujan en su cara una sonrisa difícil de sacar. Es sí, no da nombres. «Una vez vino un cliente para que le hiciese un traje para su mono titi y luego subiendo al árbol del vecino, se le quedó enganchado», bromea. Pero todavía tiene una más reciente. Él siempre le hace un bolsillo interior a los pantalones para guardar el dinero, especialmente cuando la gente viaja. «Cuando regresó de sus vacaciones y le pregunté qué tal le había ido, me dijo que se le arrugaba el dinero, así que tuve que tomarle la medida de un billete de 500 euros para que le entrasen bien», señala.