El artista y responsable del Servizo de Patrimonio Documental e Bibliográfico de la Diputación se considera ante todo «un trabajador de la cultura»
26 sep 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Miguel Pereira aún tiene en mente su primera visita al Museo, cuando era niño. Quedó impactado, especialmente por las colecciones de pintura y arqueología. Fueron, como destaca, sus «primeras relaciones» con la cultura, que luego marcarían tanto su vida profesional como personal. «El Museo y su entorno son muy importantes para mí porque aprendí muchas cosas, sobre todo a concatenarme con la cultura, a sentirme próximo a ella -señala-. Y a partir de entonces creo que me ha tocado ser un trabajador de la cultura. Tengo eso muy claro y peleo mucho por la cultura. No soy un políglota como Filgueira, no, yo soy un trabajador que intenta buscar los medios de la cultura para ponerlos a disposición de los ciudadanos, y ahí llevo trabajando bastante duramente».
Le hubiera gustado tener tiempo para disfrutar de la investigación, pero reconoce que tomó una meditada decisión «a favor del trabajo». Y en esa labor callada de catalogar y proteger miles y miles de archivos trabaja desde 1977. Pero su «impulso creativo» y una «curiosidad excesiva» le han conducido también a un destacado lugar en el mundo del arte y a probar disciplinas como el teatro o la danza. Como él dice, «la antropología y el arte son mis amores, mientras que mis deberes, mi vida cotidiana, son el mundo de la documentación y el del libro».
Tiene formación de filósofo y reconoce que desde los quince años comenzó a reflexionar «en torno al cosmos, la infinitud y el espacio». «A partir de ahí empecé a mezclar la poesía y me empezaron a asaltar todas las dudas que aún siguen sin resolver -indica-. Ahora soy un incrédulo absoluto. Solo llegué a creer en las personas, pero somos muy burros todos y no hay manera de reequilibrar la convivencia. Soy libertario, pero no me siento unido ni con los míos y he tomado la decisión de hacerme más mula; trabajar por inercia. Sé que es necesario trabajar, pero no debo reflexionar sobre el resultado ni el valor del trabajo. Y pasa lo mismo en el mundo del arte. Actúo como un mulo, tengo que dar vueltas y las doy, pero no reflexionar sobre si es una tontería que las dé».
El primer día
Después de haber sido becado en varias ocasiones por el Museo para labores de archivo, en el 77 ganó la plaza de archivero y bibliotecario de la Diputación. Hoy es posible acceder informáticamente a la documentación del organismo provincial y de todos los ayuntamientos de Pontevedra excepto Vigo y la capital, una labor en la que él ha dejado años de esfuerzo y dedicación, pero cuando llegó, hacía veinte años que no se había cubierto el puesto de archivero. «Recuerdo el primer día -apunta-. Me encontré solo ante una silla de hierro y mirando aquel volumen documental todo descompuesto... Pero soy un tipo muy animoso y el primer día empecé a dar vueltas alrededor de toda la documentación tomando notas para tantear la situación. Y el segundo, empecé a hacer un listado. Luego hubo una lucha muy grande porque me ayudara gente. Por fin conseguí un primer auxiliar y hasta ahora, en que somos en torno a 30 funcionarios más otros empleados que trabajan periódicamente».
De los bajos del Pazo Provincial han pasado al moderno edificio en Padre Amoedo, un salto cualitativo importante. «Ha sido una gran lucha -cuenta Pereira-. Estamos muy bien instalados y sobre todo destaco los espacios dedicados al ciudadano y al investigador». Además de la documentación gráfica, audiovisual o sonora (dice que esta última es la gran desconocida, con más de 8.000 piezas musicales en distintos soportes), el Arquivo cuenta con una biblioteca de 18.000 volúmenes y una hemeroteca que incluye más de 400 revistas informatizadas en contenido, título y autor, «que reciben consultas por Internet de todas partes del mundo, quizás más de Europa que de España», señala el responsable. Y la cartoteca incluye 14.000 imágenes cartográficas solo de la provincia.
En 1986 Rajoy, entonces presidente de la Diputación, le encargó la puesta en marcha de la editorial. «Nació de un libro sobre los 150 años de la Diputación (1836-1986) -explica-. A partir de ahí Mariano Rajoy me pidió crear y dirigir la editorial. Y la administración es lo que tiene, como te dejes embaucar... Y yo me dejo embarcar en todas las cuestiones que sean de interés cultural y trabajo con demasiada ilusión. Todavía es extraño que a mi edad siga teniendo esa ilusión, pero creo que es una cuestión estrictamente cerebral. El espíritu creativo me domina y me puede. Es difícil ser creativo en la administración, pero se puede. De hecho, desde entonces, solo de nuestra editorial hay 620 libros publicados». A ellos hay que unir los subvencionados o coeditados, «con lo que no andaremos muy lejos del millar, que es muchísimo, porque el libro requiere un esfuerzo tremendo y en la administración es algo más complejo».
«Es una labor muy bonita -añade-. Cada nuevo libro tiene un paralalelismo similar a cuando pinto una obra nueva. Tiene el mismo grado de satisfacción e insatisfacción a la vez. Porque nunca es perfecto, igual que en el arte nunca siento la obra finiquitada. Siempre les doy vueltas. A veces obras que ya no son mías siento la tentación de modificarlas, y es que yo también cambio. Incluso en mis catálogos sale alguna pieza que ya no existe porque ha sido modificada».