Fabular con la historia

Leopoldo Centeno

PONTEVEDRA

20 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Coproducido por Animalario y el Centro Dramático Nacional, hemos asistido a la representación de Urtain, con texto de Juan Cavestany, puesta en escena en el Centro Social Caixanova, con la ocurrente particularidad de que el escenario era un cuadrilátero de boxeo con sendas gradas de público a los laterales: un público que presenció la obra desde un lugar privilegiado y que, por el mero hecho de asistir como extras dentro del escenario, alguno no ha pagado su localidad.

José Manuel Ibar Aspiazu, Urtain, nació el 14 de mayo de 1943 en Cestona (Guipúzcoa), en el caserío Urtain, del cual tomó su nombre de guerra. Su carrera deportiva la inicia como aizkolari, después fue levantador de piedras, asimismo participó en arrastre de piedra con bueyes y finalmente fue boxeador, con lo que adquirió gran popularidad en su tiempo; finalizando su carrera como catcher de lucha libre. En el Palacio de Deportes de Madrid (1970), Urtain derrota por KO en el séptimo asalto al boxeador alemán Peter Weiland, coronándose campeón de Europa de los pesos pesados; meses más tarde pierde su título ante el veterano y marrullero púgil Henry Cooper, en el estadio londinense de Wembley; título que recuperó al vencer al británico Jack Bodell, perdiéndolo nuevamente en Madrid (1972) ante el alemán Jurgen Blin. Al intentar por tercera vez hacerse con el título de campeón de Europa, cae derrotado en Amberes ante el campeón belga Jean Pierre Coopman, siendo este su último combate como boxeador. Su padre falleció a consecuencia de los golpes recibidos por unos amigos en un bar al saltar desde una silla 15 veces sobre su pecho, tratando de superar a su hijo Urtain quien soportó 14 saltos sobre su pecho sin sufrir daño. ¡Cosas de algunos vascos! Estos y otros hechos han pasado por el texto de Cavestany en esta obra.

Sobre Urtain ha habido muchas leyendas urbanas y bulos, algunos con fundamento, sobre su vida, su falta de cuidados, sus malos consejeros, sus amistades peligrosas, su despilfarro y devaneos amorosos que le llevaron a la bancarrota. Víctima de una gran depresión, se suicidó lanzándose al vacío desde el décimo piso en que residía, en el Barrio del Pilar de Madrid, el 21 de julio de 1992. También es cierto que de Urtain se aprovechó mucha gente, reteniéndole bolsas de combates, ayudándole a gastar su dinero, beneficiándose de su nobleza etc., como también lo es el hecho de que, basándose en sus miserias humanas, Juan Cavestany escriba un texto sobre su vida, reproduciendo y fabulando hechos, recreándose en estas circunstancias y situaciones políticas inadecuadas, para ganar dinero.

Respeto

Las personas merecen un respeto y no aprovecharse de sus debilidades, como el caso que nos ocupa. Sea lo que fuere, Urtain ganó con esfuerzo, sangre, sudor y lágrimas un dinero que no siempre llegó a sus bolsillos y que los vividores de turno lo han sumido en su beneficio. Por otro lado, los políticos para distraer la atención del pueblo a fin de no centrarse en los verdaderos problemas, buscaban situaciones en las que ocupar a las gentes sencillas; de ahí la famosa zarzuela Pan y Toros (al pueblo con darle «pan y toros», ya está contento, y nosotros a medrar), zarzuela que en su momento fue prohibida y que hoy podríamos cambiarla por: al pueblo pan y fútbol o al pueblo pan y botellón, fórmula 1, tenis, etc., con el fin de distraerles de sus verdaderas preocupaciones y necesidades; sin embargo, no creemos que en su época Urtain fuera tan importante como para que sirviese de panacea a la incompetencia de los regidores de turno. ¡Cavestany, no hagamos leña del árbol caído! Dejémonos de fabular con la historia.

La interpretación de los ocho actores de la obra, ha sido realmente convincente, máxime Roberto Álamo, muy verista en su dramático papel de Urtain y en el de su padre. Todos ellos han estado muy bien dirigidos por Andrés Lima. La concepción escénica, excelente. Ambientación, luz y sonido, destacables. Pese al dramatismo del contenido, buena velada teatral.