41 años de la primera donación de órganos en Ourense: «El personal quiso y la sociedad fue solidaria»

María Cobas Vázquez
maría cobas OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Foto de archivo de una operación de trasplante en el CHUAC.
Foto de archivo de una operación de trasplante en el CHUAC. ANGEL MANSO

El nefrólogo jubilado Alfonso Otero estuvo al frente de la unidad del CHUO durante 21 años, hasta el 2005

12 may 2025 . Actualizado a las 20:03 h.

España encadena 33 años como líder mundial en trasplante de órganos. Y eso es posible gracias a la solidaridad de los que fallecen, y previamente habían expresado que querían ser donantes, y de los familiares que en un momento tan duro y ante la propuesta dicen que sí a la donación. Porque para que alguien pueda recibir un órgano, tiene que haber uno disponible. Es un tema que, como evidencian las cifras, ya forma parte de la conciencia social. Pero no siempre fue así. Antes de tener los mejores datos, hubo un momento en que no había nada. Y ese antes fue ayer si se engloba en el contexto de la medicina, que tiene sus raíces en la prehistoria, y si se tiene en cuenta que Hipócrates, el considerado el padre de la terapéutica moderna, vivió (se estima) entre los años 460 y 380 antes de Cristo. El tratamiento de las enfermedades ha ido parejo al ser humano, pero los trasplantes tienen una tradición mucho más corta. El primero entre humanos exitoso tuvo lugar en 1954, en Estados Unidos. El órgano fue un riñón. En España ese hito se produjo en 1965, en Barcelona. En Galicia fue en 1981, en el CHUAC coruñés, que junto al CHUS de Compostela son los dos únicos hospitales donde se realizan este tipo de cirugías.

Pero para que haya trasplantes, primero tiene que haber donaciones. Una parte fundamental del binomio que en el CHUO tiene más de 40 años de historia. En la creación del equipo y en la tramitación de los permisos estuvo muy implicado el médico especialista Alfonso Otero González. El servicio de Nefrología «estaba naciendo» y ya se realizaba hemodiálisis. Pero querían dar un paso más y convertirse en proactivos en los trasplantes. «Para poder hacerlos antes hay que extraer órganos», razona el médico, ya jubilado. Y se pusieron a ello, cuenta Otero, que remarca que entonces el director (la figura del gerente llegó después) del CHUO era el también nefrólogo José Luis Temes. Cirujanos y urólogos, junto a los médicos de unidades de cuidados intensivos y reanimación, además de enfermeros, montaron un equipo para encargarse de esa parte fundamental del proceso que es la donación. Los servicios de uci y rea son piezas clave porque es donde están los pacientes críticos, que son los potenciales donantes en caso de que su situación se convierta en irreversible.

Alfonso Otero ejerció en el CHUO como nefrólogo
Alfonso Otero ejerció en el CHUO como nefrólogo ALEJANDRO CAMBA

La primera extracción se hizo en julio de 1984

En mayo de 1984 tenían todo listo y se presentó la solicitud para ser centro extractor. Y en julio de aquel año se llevó a cabo la primera operación de este tipo. Otero recuerda que el donante era un chico de 17 años con un traumatismo craneoencefálico del que pudieron extraer los riñones y las córneas. Se cumplen ahora 41 años de aquel hito en la historia sanitaria ourensana. Y se hizo sin la autorización ministerial, que todavía estaba pendiente de concretarse.

Otero lo recuerda como una anécdota y de hecho él mismo aprovechó después un viaje a Madrid para preguntar por la solicitud. «Un funcionario me dijo que tenían que enviar unos inspectores a Ourense para ver se si había quirófanos en el hospital y una serie de cosas. Le dije que ya habíamos hecho una extracción y que si quería darme la autorización ya me la llevaba debajo del brazo», rememora. No fue tan inmediato, pero sí llegó pronto, añade Otero. «No teníamos el papel. Fue un defecto administrativo, no una ilegalidad», remarca.

En febrero del 85 se llevó a cabo la segunda operación de este tipo. «A partir de ahí el hospital adquiere una dinámica importante. El personal quiso y la sociedad fue solidaria», remarca. Enfatiza la implicación de los sanitarios: «Es fundamental, porque si el personal no quiere, no se hace; pero lo cierto es que aquí conseguimos que estuviese entusiasmado. La gente tenía ganas de hacer las cosas, utilizar técnicas nuevas. Era una oportunidad de crecimiento». Y también respondió la otra parte del binomio para conseguir convertir Ourense en una provincia referente en la donación de órganos. «La sociedad está muy concienciada. Y no es fácil, porque en el momento en el que le comunicas la desgracia de que su ser querido va a fallecer, apelas a su solidaridad», relata.

El momento más complicado: hablar con las familias

«La intervención quirúrgica no es complicada. Hay que tener el protocolo bien estructurado de qué se hace en cada momento. Lo más complicado es hablar con la familia», remarca. Reconoce que la situación se vuelve trágica cuando el paciente en muerte cerebral es un niño. «Hay que comunicarlo con empatía y cariño, con mucha tranquilidad. A mí me llevaba unas doce horas de trabajo para explicárselo y consolarles. Era el trago más duro. A veces terminaba casi llorando con ellos», relata. Aprovecha entonces para mandar un mensaje a sus compañeros en activo y concienciarles sobre la necesidad de mejorar en este sentido: «El problema fundamental es la comunicación con las familias, también en la actividad clínica diaria. Hace falta comunicar bien a los enfermos y las familias los problemas que tienen».

Cada vez que hay un donante se avisa a la Organización Nacional de Trasplantes, que es la que se encarga de coordinar toda la actividad y el destino de cada uno de los órganos que son viables. La ley del trasplante exige que la donación sea anónima, para evitar «relaciones extrañas entre familia donante y receptor». En todo caso, reconoce que a veces algunas buscaban saber qué había sido de los órganos y aunque no les daban nombres, sí les contaban qué órganos se habían trasplantado y cómo iba la evolución del paciente, «todo de forma anónima». Nada que permitiera siquiera saber si había quedado en Galicia o viajado fuera. Incluso en algún momento al extranjero. «Les queda en su ánimo interno la satisfacción de haber ayudado a otras personas y para eso no es necesario conocerlas», relata Otero, que habla también en primera persona. «Un familiar mío fue donante y todo funcionó bien. Te queda esa satisfacción de que otras personas viven gracias a él», relata.

218 en 21 años

Otero estuvo al frente de la unidad de donación de Ourense hasta el 2005, año en el que presentó su dimisión. Para entonces, en 21 años el balance era de 218 donantes. Se trasplantó a 229 personas de riñón, se hicieron 164 de córneas (estas operaciones se realizan en Ourense), 10 de corazón, 33 hepáticos y 14 de pulmón.