Delfina Alén, viticultora de 85 años: «Cando o meu home mercou as viñas enfadeime, pero agora danme a vida»

María Cobas Vázquez
maría cobas OURENSE

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Delfina asegura ser feliz cuando está entre las viñas.
Delfina asegura ser feliz cuando está entre las viñas. ALEJANDRO CAMBA

La D.O. Ribeiro la homenajeó por ser la viticultora en activo de mayor edad

03 jul 2023 . Actualizado a las 18:15 h.

Delfina habla con mimo. Acaricia las palabras durante la conversación como si estuviese levantando una rama de la vid del suelo para que las uvas puedan seguir creciendo. Se ríe mucho y habla con cariño y cercanía, sabedora de la importancia del trato humano tras décadas trabajando de cara al público. No tiene prisa. Se acabaron los ritmos frenéticos de antes de la jubilación. Ahora todo el tiempo es para ella y para los suyos, así que no apura la conversación. No tiene que estar pendiente del reloj y es una gran conversadora.

Delfina Alén nació en Orega, en Leiro. Fue a la escuela poco, lo poco que se iba en aquellos tiempos. Y al salir de clase le tocaba ayudar en casa y en el campo. Su padre era tratante de ganado, así que se crio en el mundo de los negocios. Con veinte años se casó con Emilio Pérez y se fueron a vivir a Berán. Allí compraron casa y montaron una carnicería. Llevaban un tiempo instalados cuando Emilio llegó a casa con noticias: «Eu sabía que se vendían unhas fincas por aquí. Un día o meu home veu á noite e díxome que as comprara. Díxenlle se non sería mellor investir en Vigo ou por aí, que era onde estaba comprando a xente, e contestoume que non, que el quería vivir no campo». Fue así como comenzaron a trabajar las viñas, que pronto se convirtieron en parte fundamental de su actividad económica. A aquellas fincas compradas sumaron con el tiempo las que la pareja heredó tras el fallecimiento de sus padres. Eran tiempos difíciles, cuenta Delfina, pero entre la venta de las uvas y lo que sacaban en la carnicería —«naquel entón funcionaba ben o balneario», relata, así que el movimiento en el pueblo era mayor que el que hay ahora— salieron adelante.

Emilio y Delfina trabajaban las viñas y pronto se convirtieron en cooperativistas. Fueron socios fundadores de la desaparecida bodega de Leiro. Tienen el número 308, que conservaron cuando se integraron en la de Ribadavia. El vino también les dio algún disgusto: «Un día o meu home foi cobrar e o director que había díxolle a ver se podía axudar, porque embargaran e marchaban con todo. E Emilio aceptou, así que volveu sen cartos e con débeda». Reconoce que fue un momento difícil, pero también deja ver que lo de rendirse no iba con ella. «Seguimos pelexando. E saímos adiante. Sacando algo de aquí e algo de aló, fomos indo adiante», relata. Y la misma fórmula aplicó para poder pagarle los estudios a sus dos hijos. «Foi con moita suor, pero foi», remarca.

Delfina lleva ya veinte años jubilada, pero sigue manteniendo las viñas. «A saúde non me axuda moito, pero gústame moito telas», dice. Y echando la vista atrás, reconoce que Emilio —fallecido en el 2003— tomó la decisión correcta aquel día que decidió comprarlas. «Cando o meu home mercou as viñas enfadeime, desgusteime moito, pero agora danme a vida», asegura. «Eu entro alí e vivo, parece que me pasa todo o que teño. Só con chegar e levantar unha rama xa quedo contenta», relata la mujer.

Sigue siendo socia de la cooperativa y a sus 85 años es la viticultora en activo de mayor edad de la denominación de origen Ribeiro. Y precisamente por ello desde el organismo vitícola la eligieron para sus premios de este año. La gala fue el pasado miércoles y no faltó. «É unha oportunidade única na vida», destacó. Así que allá se fue, acompañada de sus hijos. De nuevo cita la salud. «No corpo teño moitos males comigo», señala, pero con el bastón consigue mantener cierta autonomía para moverse. Conserva lo importante, dice. «A cabeza téñoa moi ben, e aínda vou guiando aos fillos», cuenta riendo.

Delfina acudió a la gala de entrega del premio acompañada de su familia.
Delfina acudió a la gala de entrega del premio acompañada de su familia. ALEJANDRO CAMBA

«Aos 85 anos aínda lle dou prácticas aos fillos de como enramar»

Dice Delfina que el viñedo es parte de ella. El amor por las cepas y el vino le viene de cuna. «Eu crecín na viña», relata. Ya sus padres tenían plantación en Orega, así que desde muy pequeña trabajaba mano a mano con los jornaleros. De ahí le vienen las mañas, que no ha perdido. «Aos 85 anos aínda lle dou prácticas aos fillos de como enramar», cuenta entre risas. José Antonio y Jesús son ahora quienes más se ocupan del viñedo familiar. «Por respeto a ella y a la memoria de mi padre, las seguimos cuidando», explica José Antonio.

Delfina no quiere ni imaginarse que un día dejen de estar en producción. «Eu quixera non ver árbores na viña. Eu só lle pido aos fillos que mentres eu viva as sigan coidando, porque é marabilloso», remarca Delfina. Y remata: «Eu mentres viva quero mirar as viñas». No es una forma de hablar. Las cepas dibujan el paisaje desde la ventana de su casa. Cultivan fundamentalmente treixadura, que ocupa el 70 % de su viñedo, aunque también tienen otras variedades blancas, como torrontés o doña blanca, que suponen el 20 %, mientras que el 10 % restante son uvas alicante y alguna otra tinta.

DNI

Quién es. Delfina Alén Bedrón nació en Orega (Leiro) en 1937. El 21 de agosto cumplirá 86 años.

A qué se dedica. Jubilada tras regentar durante décadas una carnicería, sigue siendo viticultora.

Su rincón. Elige el viñedo que tiene junto a su casa, en el que le gusta pasar horas aunque cada vez puede estar menos por los achaques de la salud.