El único Dèjà vu

María Doallo Freire
María Doallo NO SÉ NADA

OURENSE

Santi M. Amil

27 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Nunca os he contado que odio los déjà vu. Los detesto. Me hacen sentir contrariada, extraña, mal. Puede que esto se deba a que son uno de los síntomas que más se repiten cuando tengo ansiedad. Esa que me viene cuando estoy triste y no me doy cuenta; cuando pienso que puedo comerme los problemas sin tenedor y acabo escupiéndolos a espasmos para no ahogarme. El caso es que no me gusta sentir que ya he vivido algo antes pero no recordar ni cómo, ni cuándo, ni nada. Me gusta vivir al 100 %. Y también tengo que recordarlo todo. Aún así, Déjà vu, el título de la obra que clausuró la MIT de Ribadavia, no me echó para atrás. Leí esto en el programa: «Fala da distancia entre unha persoa e os seus soños». Convencida. De hecho, que esté en la propia mostra es motivo suficiente para convencerme, porque lo que hacen cada año Roberto Pascual y su equipo es indescriptible. Esto mismo me pasó con la función de la compañía Manolo Alcántara. No tengo palabras. Lo bueno es que ellos tampoco. Se trata de un espectáculo de circo, mudo. Con coreografías visuales alucinantes, con una banda sonora en directo bestial; pero sin texto. Sin más palabras que las que canta Laia Rius. Una función que entremezcla a la perfección realidad y fantasía. Que mientras te hipnotiza con movimientos oníricos, te hace pensar, te obliga a verte a ti mismo. Así que desde este domingo puedo afirmar que ha habido en mi vida un Déjà vu que me ha hecho feliz. Muy feliz. Y ojalá revivirlo pronto. Hemos pensado muchos lo mismo porque la obra ha resultado ganadora del premio del público. A la MIT, darle las gracias, por hacerlo posible y por hacerlo tan bien. Por recordarnos siempre que el arte marca la diferencia. Incluso en tiempos de pandemia.