Un niño

Pablo Varela Varela
Pablo Varela EL APAGÓN

OURENSE

04 dic 2020 . Actualizado a las 08:38 h.

Supongo que este año el listón está más bajo que nunca, pero jamás sobra una buena noticia. Días atrás, en esa inmensa jaula de grillos que es Twitter, un burgalés celebraba el nacimiento de un bebé en un pueblo de la provincia que llevaba desde el 2001 sin ver llegar a un recién nacido. «Escogió el año para hacerlo», me vino a la cabeza medio en broma al leerlo. Pero lo que ya no es un chiste es la supervivencia del rural, así que, sin querer, también lo celebré para mis adentros.

El tiempo dirá si este repentino aprecio a lo que está más allá de la jungla urbana se queda en eso, en un amor fugaz. Es fácil ver en los montes y en las aldeas una tabla de salvación temporal para quien se encuentra atrapado entre las restricciones, pero reactivar los pueblos va más allá del turismo de domingo y el café de rigor en el bar de turno. No creo que Galicia deje de ser emigrante porque, en realidad, todo el mundo ha buscado volar por libre alguna vez. También tener alguna razón para volver, y eso es lo que habitualmente falta más allá de la morriña.

Quizá sea un buen momento para replantearse el modelo demográfico de quienes piensan en megaurbes mientras los pueblos se quedan sin industria primero y sin sus vecinos después. Quien caminaba por el desierto lo hacía en busca de un oasis, detrás del agua. Y a Ourense no le falta agua, precisamente, pero sí un empujón para que nadie piense en la provincia como una zona de paso entre la costa y la Meseta. Y no lo es. Y puede que, en un futuro, el tren a Galicia llegue unos minutos antes, pero hay problemas que seguirán anclados si se renuncia a verla florecer más allá del borde de las autovías.