En la calle

Ruth Nóvoa de Manuel
Ruth Nóvoa DE REOJO

OURENSE

13 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Que a alguien le falte comida para alimentarse o ropa para vestirse es una desgracia, pero que no tenga un lugar donde dormir ya es tragedia. Si además el termómetro se empeña en marcar bajo cero es absolutamente descorazonador. ¿Qué puede pasar en la vida de alguien para acabar usando un cajero como cuarto y unas cartones como colchón? Desde el confort de nuestro sofá, de nuestro relleno nórdico y de nuestra calefacción podemos intentar engañarnos y pensar que es muy difícil acabar durmiendo en la calle. Pero a lo mejor resulta que no lo es tanto.

Pocos alivios deben encontrarse las personas que estos días no tienen techo. Hasta siete en un noche, en una ciudad como la nuestra, se encontraron trabajadores y voluntarios de Cruz Roja esta semana. Y quiero creer que, de algún modo, el rojo de sus chalecos y los termos de café dieron algo de calor a esas siete personas que no tienen hogar, solo una acera.

Las salidas que el equipo de atención a las personas sin hogar son quizás la parte más visible de su trabajo pero hay mucho más detrás y es precisamente eso lo que, aunque no la acalla, tranquiliza nuestra conciencia.

Una amiga me dijo una vez que siempre miraba a los ojos a las personas que pedían por la calle. Después ya decidía lo que hacía, en función de las circunstancias, pero, según ella, lo mínimo que se merecen es que los mires a los ojos. Lo hago desde entonces y siempre me acuerdo de ella. Y siempre acabo pensando que tiene razón. Que a lo mejor a esa mano tendida no le sirve de nada, sobre todo si decides no darle dinero o no molestarte en preguntarle qué otra cosa puede necesitar, pero al menos dirigiéndole tu mirada le diriges también algo de respeto. El respeto no te calienta si no tienes una casa en la que dormir pero en cierto modo combate el frío. Porque que no tengas una familia, que no puedas acabar el día en un hogar, no tiene que significar que además te quedes sin dignidad.