De Maribárbolas, Maricruces y Macorinas

Tareixa taboada OURENSE

OURENSE

Santi M. Amil

Fernando Barreira expía sus «Pecados capitales» en la Galería de Arte Visol.

20 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«Dios y otros artistas son siempre un poco oscuros», Oscar Wilde.

El artista Fernando Barreira realiza en «Pecados provinciales» una reflexión sobre la vanidad, el pecado y una aproximación al mundo femenino en la magnífica colección multidisciplinar que presenta en la veterana galería Visol que el próximo mes de abril cumplirá 21 años dinamizando el arte ourensano. Esta irreverente invitación al pecado, lleva la marca Barreira a través de la imaginativa puesta en escena, su barroquismo pasional, el excelente dibujo. Equilibra intensidad y tensión con extrema sensibilidad.

Los productos artísticos Barreira llevan la impronta de su magnética personalidad. Creador y ser humano infinito, trágicamente lúcido como Beckmann o desgarrador como Francis Bacon, pinta la alienación, la frustración para la que nunca nadie nos alerta, faltas veniales y pecados capitales, las edades de la mujer desde los traviesos ojos de un niño que juega a ser un dios caprichoso y beligerante, con idéntica dosis de crueldad que de inocencia y una exuberante imaginación heredera de El Bosco, un lenguaje único y rupturista que defiende el discurso Barreira con un imaginario propio de metáforas obsesivas y recurrentes de profunda expresividad y una caligrafía plástica que excede la narración, una iconografía simbólica y la monumentalidad extrema de las figuras, representación de entidades trascendentales Aupa Jesús o físicas Luisa en la ducha de miembros hipertrofiados que ponderan el estático equilibrio y una convulsa figuración mixta y alegórica, la inquietante desestructuración del espacio convertido en vidriera decorativa, cuya línea de contorno se convierte en plomada, diseccionando volúmenes en el mapa-constelación del universo femenino con la aureola como santificación del pecado de la carne y la materialización del precio del deseo en forma de moneda, como resulta el tratamiento estructural del díptico que componen La seducción y La trata.

Realiza un estudio de la forma humana convertida en caricatura de actitud, una fisonomía de la emoción sin actitud moralizante. Reivindica la importancia del gesto en la bicromía que objetiva las sombras en elementos táctiles con un ritmo que dispersa el entramado alterando la perspectiva ilusionista, al simultanear plano de fondo y figurativo con un elaborado punteado que siluetea la sombra como esqueleto estructural invisible.

Reinterpretando al Picasso de Tres mujeres corriendo por la playa plantea una nueva forma de representación que habría superado la tradición y a Cezánne, monumental de aparente clasicismo y una arquitectura de volúmenes que trasciende a la geometría de lo orgánico en la distorsión expresiva de los cuerpos y rostros curtidos de pasado bucanero. Representación cruel de la sexualidad en la serie Macorinas. Bicromía desgarrada del blanco y negro que entinta mujeres heridas, dianas cazadoras, mercenarias de un amor sin promesa de futuro. Seres descartados y descartes. Tuertas de una pasión que calienta pero no quema, con el tatuaje del orín en el tacón y la soledad de noches acumuladas y prisas de burdel, lamiendo las cicatrices como sanación y un empoderamiento de la desidia que deja la resaca del neón. Una sensualidad ligada al horror y la muerte, la decadencia física y moral para testificar un mundo trastornado.

Realiza una simbiosis entre dibujo y colaje, ensamblando elementos icónicos de la sociedad de consumo en espléndidas composiciones donde conviven humor y angustia. Caos y pesadilla con alusiones autobiográficas e inagotables recursos expresivos. Boschiniano en el excelente Tríptico de los jardines, donde la vanidad pasea cual pavo real por el jardín del Posío con un abanico desplegado de arrogancia. Seres híbridos se columpian tras la máscara que oculta su doble cara, travestidos, ciegos, diletantes ociosos, alardean de la única pluma que sostienen sobre sus cabezas huecas. El control está en manos de una marioneta silenciada, un minotauro amaestrado sostiene el cencerro que apaga su mirada miope sobre un sapo con pretensión de príncipe. Las heridas del vicio y la espiga cristiana del remordimiento no es pan. Apósitos para el dolor.

El poder se representa en estampado argéntico en Las meninas gitanas. Nicolasito perece como un juguete roto del mastín. Entre la infanta Margarita y Maribárbola, Lola Flores se perfila.

Descomunal resulta la escultura en bronce o madera. Barreira tiene la mordedura lúcida de Hoffmeisfer y Erró, perfilándose como un iconoclasta antileyenda de la cultura occidental.