Supimos que Ourense recibe solo siete euros de cada cien que se invierten en Galicia y no dijimos nada. Observamos como las urnas desalojaban al bipartito en la Xunta y esperamos de los nuevos algo más que gestos. Aprendimos qué es un ERE porque muchos trabajadores nos explicaron su significado. Asistimos a las elecciones de la cúpula de la patronal y percibimos que todo sigue igual. Celebramos los 30 años del polígono industrial y rezamos por la supervivencia empresarial. Tropezamos en las obras del Plan E pero aún hoy se cuestiona la oportunidad de alguna de ellas. En Galicia se debatió sobre el futuro de las cajas, pero Ourense asistió de mero espectador. Confiamos en que se recuperarían las obras del archivo y la biblioteca, pero nos dimos cuenta que fue una promesa estéril del Concello. Despedimos a un teniente de alcalde y ni los suyos lo lamentaron. Escuchamos a un histórico dirigente decir que se iba, pero sospechamos que proyectará su sombra en su vástago. Ocupamos titulares en todos los medios porque en Ourense hay un niño gordo y los encontramos a diario por la calle. Nos sobrecogimos con la muerte de una chica de Toén, pero la lacra sigue en otras partes. Vimos a los jueces hacer huelga, pero la justicia no mejora. Se va el 2009. Déjalo ir.