Con Sánchez vuelve el Biscúter

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

OPINIÓN

XOÁN A. SOLER

06 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Entiéndanlo, es un sentimental, un «hombre profundamente enamorado», capaz de abandonar todas sus responsabilidades durante cinco días y luego decidir seguir como si nada por amor (al cargo). También es un nostálgico, siempre pendiente de una guerra de hace casi cien años y de un dictador tan «atado y bien atado» que ya no le preocupa ni al abuelo Cebolleta: para los jóvenes, Franco es un jugador del Real Madrid o un piloto de Fórmula 1.

Sí, Pedro Sánchez añora tiempos pasados y por eso ha decidido que los españoles tenemos que volver a la época del NO-DO y el Biscúter. Le ha declarado la guerra a los SUV, esos mastodontes que contaminan y ocupan mucho espacio. Y lo dice él, que utiliza el Falcon para asistir a mítines y conciertos y reside en un palacio de 33.000 metros cuadrados, sin contar los jardines. Así que el Biscúter, icono de la autarquía —de la España aislada, como el Gobierno actual, abandonado por un despechado Puigdemont—, es el vehículo ideal y nos teletransportaremos a los años 50 como Michael J. Fox en Regreso al Futuro. No meaba colonia por su tubo de escape, pero con un motor de 197 centímetros cúbicos y 9 caballos cumplirá la normativa anti emisiones de Teresa Ribera, la comisaria del pueblo verde. Y encima es descapotable, qué más podemos pedir.

Pero Sánchez tiene su puntito fashion victim (pese a los pantalones pitillo) y por eso le propongo un par de alternativas a la zapatilla, como se conocía popularmente al Biscúter. Que además medía 2,56 metros de largo y eso es un derroche, mejor apretujarse que la familia unida jamás será vencida («aunque esté jodida», añadía Javier Gurruchaga en un mítico especial de Nochevieja). Más glamur y treinta centímetros menos tenía el Isetta, producido inicialmente en 1953 por el fabricante italiano Iso y más tarde bajo licencia por otras marcas como BMW. Con un solo cilindro y tres ruedas, su puerta de apertura frontal, unida a la columna de dirección, causaba sensación. Un ejercicio de funambulismo ergonómico que sin embargo palidece ante el Peel P50 (1962), más estrecho que una cabina telefónica y más corto que una Vespa: 137 centímetros. Solo tenía un faro y carecía de marcha atrás, pero contaba con un asa para bajarse y moverlo manualmente. ¿Le valdrá a Sánchez?