Cuando quise ser Robert Redford

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

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19 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Es imposible calcular el número de vocaciones que asomaron en las dos horas largas que dura Todos los hombres del presidente, pero ya les digo que varias generaciones de periodistas lo fuimos porque en algún momento de aquel visionado descubrimos que queríamos ser Robert Redford. Es casi seguro que quienes escucharon la llamada hayan desempeñado el oficio con más modestia, menos carisma y peores resultados que el Woodward que encarna, pero la grandiosa lección de la película de Pakula daba para tanto que interpelaba en cualquier sitio en el que un periodista olfateaba una historia. No es que Todos los hombres del presidente vaya de periodismo, sino que el periodismo de los años 80 y 90 va de Todos los hombres del presidente, de ese tipo de redacciones, de ese director entre el real Ben Bradlee y el actor Jason Robards y, por supuesto, de esas fuentes, de esa Garganta Profunda que empujaba la historia desde un párking de la ciudad de Arlington. El real, por cierto, fue demolido en el año 2014 cuando ya nada, ni en los periódicos ni en el mundo, era como en aquel Washington Post mitificado por la melena rubia y la serenidad burbujeante del bello Robert. La muerte de Redford y la excusa que nos concede para volver a ver Todos los hombres acontecen el día que Trump anuncia una demanda de 15.000 millones de dólares contra The New York Times por difamación y expulsa de la parrilla el sarcasmo desenfadado de Jimmy Kimmel. Antes lo hizo con el programa 60 minutes, la CBS y la Paramount, además de regar de amenazas directas sus ruedas de prensa e imponer la censura de expresiones y palabras en los medios que quieren mantener sus acreditaciones en la Casa Blanca. Murió el bello Robert y con él nace la evidencia de que este nuevo mundo necesita una versión actualizada de Todos los hombres del presidente que nos libre de los nuevos Nixon.