Israel existe, muy a su pesar

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

OPINIÓN

Memorial en el lugar donde se celebraba el festival Nova, en el que fueron asesinados más de 360 jóvenes israelíes el 7 de octubre del 2023.
Memorial en el lugar donde se celebraba el festival Nova, en el que fueron asesinados más de 360 jóvenes israelíes el 7 de octubre del 2023. Ronen Zvulun | REUTERS

10 oct 2024 . Actualizado a las 15:55 h.

El aniversario de los ataques de Hamás del 7 de octubre del 2023, en los que fueron asesinadas 1.139 personas (695 de ellas civiles, incluyendo 38 niños) y otras 250 secuestradas (incluyendo 30 menores), ha pasado casi de puntillas por los medios de comunicación, la televisión pública o los análisis de los expertos. La mayoría hablaron de que el lunes pasado se cumplía un año del «enfrentamiento» entre Israel y Gaza, o, directamente, «un año de bombardeos y destrucción israelí sobre Gaza». Incluso, las crónicas sobre aquella matanza ponían énfasis en cómo los familiares de los que todavía permanecen rehenes presionan al Gobierno de Netanyahu para que ponga fin a la guerra y negocie su liberación. Algo que Tel Aviv rechaza, lógicamente, porque ningún país, ningún gobierno mínimamente serio, puede negociar con terroristas, ni con los que apoyan a los terroristas. Aunque siempre hay excepciones...

Israel vive en un avispero, rodeado de los yihadistas de Hamás en Palestina, de los de Hezbolá en el Líbano, acosado por los rebeldes hutíes del Yemen —influenciados por los anteriores y cuyo lema es «Dios es grande, muerte a Estados Unidos, muerte a Israel, maldición a los judíos y victoria del islam»— que atacan barcos en el mar Rojo, y todos ellos con el apoyo de Irán, una república islámica teocrática. Cuando decimos «yihadistas» hay que explicar lo que significa: practican el terrorismo para la yihad o «guerra santa» en el nombre de Alá. Y cuando decimos que Irán es una teocracia supone que se rige por los principios de la religión dominante, en este caso el islam chií. En Irán —hace falta recordarlo— matan a las mujeres por no llevar velo y ahorcan a los homosexuales colgándolos de grúas.

Aunque haya quienes ni siquiera lo llaman por su nombre —como una forma de no reconocer su identidad—, Israel existe, porque Naciones Unidas así lo decidió en 1947. Es una democracia parlamentaria con sufragio universal, un sistema pluripartidista y separación de poderes. Saber de qué lado se está en esta historia debería ser tan sencillo como condenar la muerte de víctimas inocentes en una guerra que el Estado judío no empezó.