Cuando pensamos en EE.UU., las primeras imágenes que vienen a nuestra mente suelen ser las de los imponentes rascacielos de Nueva York y Chicago, las casas señoriales de Boston y Filadelfia, las lujosas viviendas a pie de playa en California o las luces de neón de los casinos en Las Vegas. A continuación, probablemente, recordemos las larguísimas playas de Miami, los humedales de Luisiana, los frondosos bosques de Montana y los amplios desiertos de Nuevo México. Pero, también pensaremos en universidades de prestigio internacional como Harvard, Yale o Stanford, en el desarrollo industrial de Illinois o Silicon Valley en California, y ¿cómo no? en Hollywood. En general, EE.UU. tiene una cara de progreso y desarrollo sumamente atractiva. Sin embargo, existe otra realidad que dista mucho de ser tan conocida y tan glamurosa. Desde los barrios marginales de las grandes urbes donde malviven los sectores más desfavorecidos de la sociedad, pasando por los amplios estados agrícolas y, el denominado «cinturón de la Biblia», una línea imaginaria que recorre transversalmente el país de Este a Oeste, donde los avances de las grandes urbes costeras parecen estar a años luz y la sociedad es extremadamente conservadora.
Aunque sería simplificar demasiado decir que existen dos sociedades paralelas en EE.UU., porque, en realidad es quizás una de las comunidades más diversas del mundo, lo cierto es que, políticamente hablando no podría estar más polarizada. Tanto como enfrentados y distantes se encuentran los candidatos demócrata y republicano a la presidencia. Salvo por los más fieles trumpistas, la mayoría cree que Kamala Harris ha estado a años luz de Donald Trump en el primer debate televisado de esta campaña. Trump ha utilizado los bulos, mentiras y lugares comunes que conectan con sus votantes del «cinturón de la Biblia» y aquellos otros que observan con preocupación que ninguno de los dos candidatos ofrezcan un programa económico claro y definido para sus necesidades del día a día.
No obstante, en esta ocasión, incluso para los suyos, ha quedado muy patente que está lejos de ser el candidato ideal para volver a ser presidente. Sin embargo, hasta el 5 de noviembre aún queda mucho recorrido y las urnas no siempre responden como sería lógico pensar, mucho menos, cuando apenas si hay diferencias en la intención de voto.
Veremos qué América gana o si pierden las dos.