Si tras un pleno del Congreso de los Diputados uno concluyera que lo que allí se disparan sus señorías es el termómetro del clima político en toda España, entendería que todo pacto PSOE-PP en España es una anomalía semejante a encontrarse a un urogallo por el Obradoiro. Pero sucede. Alguna vez sucede.
En O Carballiño, segundo mayor concello de Ourense, además de pulpo y algunos coleccionistas de BMW clásicos, hay desde esta semana un bipartito entre socialistas y populares que incluye alternarse el sillón de mando dentro de dos años. La política local facilita cosas así de imposibles. El acuerdo entre dos marcas condenadas a enfrentarse fue posible porque entendía el alcalde, un veterano del PSdeG-PSOE, que había que elegir entre lo malo —un adversario— y lo peor —una moción de censura— para salir del enredo de gobernar con 6 ediles de 17.
La propuesta del alcalde la respondieron de inmediato desde la dirección de su partido avisándole de medidas que pueden acabar con Francisco Fumega expulsado del partido. Pero el pacto sigue adelante. «Igual hay que explicarlo mejor», ha venido a decir el regidor. Esto va de sacar adelante el Concello, no parece muy difícil de entender, salvo que todo se quiera ver desde una óptica exclusivamente polarizadora, sin los matices que tiene la política municipal, la de calle, no la del coche oficial y el mitin de fin de semana. Uno no se puede imaginar qué cara se le puede quedar a Pedro Sánchez si uno de sus asesores le cuenta algo parecido a esto: «Presidente, que hemos pactado con el PP, sí, un bipartito allá en Galicia, en un pueblo, se lo puede explicar mejor José Ramón».
José Ramón Gómez Besteiro se ha metido (o le han metido) en un laberinto: si después de la advertencia al alcalde, viendo que el acuerdo PP-PSOE sigue adelante, no cumple con alguna medida disciplinaria, quedará como un blando; si los expulsa, tendrá su primer incendio cuando no lleva ni medio año al frente del partido.
Quizá haya una vía intermedia. La de despojarse de prejuicios, intentar ver lo que tiene de bueno ese pacto, dejar que ruede y explicarle al presidente: «Pedro [en la campaña de las gallegas se tuteaban], vamos a probar en O Carballiño, si sale bien podremos decir que este es un partido de Estado que sabe llegar a acuerdos con el PP para las cosas pequeñas y para las grandes. Y ahora a por la renovación del CGPJ». O Carballiño como laboratorio. Y un urogallo por Santiago.