Prensa y Justicia, ni un paso atrás

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

OPINIÓN

RTVE | EFE

02 may 2024 . Actualizado a las 10:11 h.

Victoria Prego ya hacía información política cuando Pedro Sánchez no era más que un espermatozoide en busca de autor. Es significativo su fallecimiento justo cuando en España hay un Gobierno que amenaza la libertad de prensa y se propone controlar a los medios de comunicación porque no publican lo que al presidente le gustaría. La Prego —que ya era una leyenda del periodismo cuando Irene Montero vino al mundo, en 1988, a inventar el feminismo—, es un ejemplo de lo mejor de esta profesión, donde mujeres y hombres cumplen con su trabajo de estar al tanto de lo que pasa, analizarlo, ponerlo en contexto y contárselo a los ciudadanos. Esa es su obligación, y el primer objetivo de cualquier medio debe ser fiscalizar al poder (político, económico, judicial...) para que no abuse de su posición. En el fondo, Pedro Sánchez ha impartido en la última semana una lección magistral a las nuevas generaciones sobre la importancia de que haya medios independientes que alcen la voz cuando un mandatario intenta limitar derechos fundamentales. Y la libertad de información, que se pretende amordazar, es uno de ellos y uno de los pilares de cualquier democracia.

Como lo es también la Justicia, a la que se pone en la diana por abrir diligencias sobre la esposa del presidente como si el mero hecho de serlo le granjeara algún tipo de inmunidad. Un juez debe investigar, si así lo estima, cualquier denuncia, y este procedimiento es justo el que permite a la persona investigada defenderse y demostrar su inocencia, si las acusaciones son falsas o infundadas. Nadie está por encima de la ley, desde el último ciudadano al rey, y en este país lo sabemos bien. Justicia y prensa no deben amedrentarse y dar un paso atrás, sino seguir haciendo su trabajo.

Por cierto, señor Sánchez: en España no hay mujeres encerradas en ninguna cocina, ni ahora, ni en los tiempos de Victoria Prego. Hay, eso sí, amas y amos de casa, que no son «putos amos» pero que desempeñan unas tareas, labores, trabajo, profesión —llámelo como quiera— fundamentales y tan dignas como ser presidente del Gobierno.