La vuelta al colegio en Almendralejo ha sido un disparate. Una barbaridad. Las madres de un grupo de chicas menores han tenido que denunciar que les enviaban con amenazas, e incluso petición de dinero, imágenes de ellas desnudas creadas por aplicaciones de inteligencia artificial. Las escenas hiperrealistas golpean como si fuesen reales. Da igual que nunca te hayas dejado fotografiar desnuda. La inteligencia artificial logra que así parezca. Es terrible. Es el cuento de terror de este regreso a las aulas. Apunten la palabra en inglés: deepfake. Se trata de un negocio que mueve millones de euros. Son aplicaciones relativamente fáciles de conseguir que logran esas imitaciones casi perfectas en las que te roban tu cuerpo y, con él, tu alma. Te destrozan. Ya están siete chavales identificados por haber movido esas instantáneas falsas, pero que parecen auténticas.
El negocio genera millones. Empezó con recreaciones de famosas. Existen miles de páginas webs porno donde las famosas aparecen desnudas en poses y situaciones en las que nunca participaron. En España les sucedió, por ejemplo, a Rosalía y a Laura Escanes. Pero el asunto se complica cada vez más. Las aplicaciones, mejores o peores, están cada vez más a mano de todo el mundo. Y ahora, un chaval con ese arma en su mano puede destrozar la vida de una compañera, con un juego que no tiene nada de juego. Desnudos integrales de chicas que se ven en una situación que no terminan de creerse, pero que acaba con ellas. Son muchas las voces que han pedido que estos desmanes que se cometen con la inteligencia artificial sean calificados como una puñalada digital de la violencia machista. Nadie puede robarte con un programa informático ni tu voz, ni tu cuerpo. La identidad de cada uno es sagrada. Es lo que somos, lo único que tenemos.