Cerdos

Luis Ferrer i Balsebre
luis ferrer i balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

Francisco Guasco | EFE

02 jul 2023 . Actualizado a las 09:59 h.

Aunque la capacidad de asombro va disminuyendo con los años, uno no deja de maravillarse con los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa. Leo en prensa que los de la CUP, un partido democrático independentista de izquierda radical, se ha manifestado contra la presencia de carne de cerdo en las fiestas populares para no ofender al colectivo musulmán. 

Quieren desterrar la longaniza, el jamón, el churrasco y demás exquisiteces porcinas y condenarlas a un consumo onanista dentro de casa. El delirio progresa adecuadamente en mi bendita tierra catalana, donde hay quienes pretenden imponer los tabúes de una religión minoritaria al grueso de una población atea o cristiana, todo un desvarío democrático.

Vengan algunos apuntes sobre el tema.

Donde hay un tabú hay un peligro, ese es su sentido funcional dentro de una cultura, el tabú no obedece tanto a un porqué sino a un para qué.

El cerdo está prohibido en la Torá judía y en el Corán. En el Deuteronomio hebreo se lee: «Solo podréis comer animales que rumian y tienen las pezuñas hendidas, así el camello, el conejo, la liebre o el cerdo, los tendréis por inmundos y no podréis comerlos».

En el Corán se cita cuatro veces el motivo de no poder comer cerdo: «Podréis comer de todo, salvo carne de un animal muerto o de sangre derramada, o carne de cerdo, pues es una impureza al haber sido sacrificado en nombre de otro que Alá».

El consumo de carne de cerdo estuvo vinculado a muchos problemas de salud, principalmente, la triquinosis; se pensaba que el cerdo era un animal sucio, por lo que, si se consume, nuestras vidas se convertirán en una muestra de esta suciedad.

Esta desaprobación de su consumo por los hábitos del cerdo y la protección de la salud son la explicación de su prohibición en ambas religiones.

La antropología abunda en más razones, como que el cerdo era un animal cuya piel no se aprovecha, no produce leche y no sirve como animal de carga, además de comer lo mismo que nosotros, soportar mal el calor de las tierras de oriente y necesitar bastante agua.

Tras la expulsión de los judíos de España, la Inquisición puso el foco sobre quienes no consumían cerdo, haciéndolos sospechosos de seguir practicando su fe, de ahí la costumbre de colgar los jamones a la vista.

«Más judíos hizo cristianos el tocino y el jamón que la Santa Inquisición», decía un popular refrán.

Sea como fuere, seremos un país de puercos, pero quien tiene patatas, pan, puerco y vino, no necesita discutir con el vecino.

Hay que ser tontolabas para pretender que un buen jamón ofenda a nadie. ¡Santa paciencia!