Mario

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre MIRADAS DE TINTA

OPINIÓN

MARISCAL | EFE

03 ene 2023 . Actualizado a las 09:25 h.

Los fastos del año viejo pusieron sordina a la defunción del papa emérito y a la relación sentimental de Vargas Llosa con Isabel Preysler. La Iglesia exhibió un protocolo vaticano capaz de resolver cualquier situación por insólita o divina que esta sea. La segunda, todo lo contrario, demostró la imposibilidad de cuajar el mundo del glamur con el del escritor creativo, instalado en una burocracia de sentimientos abarrotada de pupitres interiores. La prensa rosa especuló toda suerte de motivos destacando los celos del nobel, algo que no parece razonable porque los celos siempre son un problema de amor. Pero de amor propio.

No creo que a su edad, el escritor laureado, reconocido, alabado por editoriales y multitud de admiradoras, tenga problemas de amor propio como para temer la amenaza de nadie, más bien podría hacer suyo el verso de Quevedo: «Hoy, sin miedo que, libre, escandalice, podrá hablar el ingenio, asegurado de que ningún otro poder le atemorice». No creo que fueran los celos los que acabaron con esta relación. Decía Cajal que los sabios solo son tratables en sus escritos y es más probable que haya sido el carácter de don Mario lo que dio al tacho con la relación. Vargas Llosa, fuera de la literatura es un dependiente para las actividades de la vida diaria y no me parece que ella estuviera por la labor. El nobel cayó en el sismógrafo de las caderas de la Preysler y sufrió la enajenación mental transitoria de un enamoramiento que le llevó, entre otros, al plató de Masterchef. Se cumple así la máxima de los amores talludos: se puede sobrevivir al desamor pero jamás al ridículo. Mario volverá a su pupitre y escribirá una novela llena de intensidades vividas.