La mala estrella de Stellantis Vigo

Manoli Sío Dopeso
M. Sio Dopeso SERENDIPIA

OPINIÓN

Oscar Vázquez

21 oct 2022 . Actualizado a las 12:59 h.

Con lo difícil que se está poniendo el mercado del automóvil, ¿qué puede haber peor que tener más de 20.000 coches fabricados bajo pedido, con un cliente final a la espera, y no poder hacerlos llegar a su destino? Esta inédita situación se está produciendo en Stellantis Vigo, de donde salen entre 2.300 y 2.400 unidades al día, una producción récord que obedece al tirón comercial que, afortunadamente, tienen los modelos asignados a la planta gallega: el superventas europeo Peugeot 2008 y los vehículos comerciales de las marcas Citroën, Peugeot, Opel, Toyota y Fiat, todos ellos en versión de combustión y eléctrica.

Stellantis Vigo no tiene un problema de superproducción. Cada vehículo que entra en una línea de montaje tiene a un cliente de un concesionario, fundamentalmente europeo, a la espera. Por eso, ahora que hay microchips, o al menos de momento, la dirección de Stellantis no quiere parar de fabricar, aunque los coches tengan que permanecer estacionados, con la expectativa de que una vez restablecido el tráfico marítimo, los vehículos salgan con rapidez hacia su destino.

El problema es que las dos grandes campas de almacenamiento de vehículos, en la terminal de Bouzas, y en el polígono de A Granxa, están ya al completo. Hay otras grandes superficies habilitadas en municipios próximos a Vigo, a las que ya están llegando los coches fabricados en los últimos días, que por seguridad para la carga rodada allí depositada, este periódico se reserva revelar su localización.

Hay varias causas que explican esta inaudita situación. La principal confirma su debilidad ante grandes navieras que, apretados por una política de costes llevada al extremo por su consejero delegado, Carlos Tavares, han aprovechado los parones provocados por la falta de microchips para buscar clientes que pagan más.

Desde su llegada, en el 2014, Tavares decidió desprenderse del negocio de transporte y logística, lo que culminó con la venta de su filial Gefco que tuvo lugar en abril del 2021; y ponerse en manos de los grandes oligopolios navieros, que se venden al mejor postor en un momento en el que el tráfico marítimo carece de buques (desplazados hacia Asia) y de personal de estiba y transporte.

En esta estrategia de abaratar costes presionando a navieras, proveedores e incluso gobiernos, Stellantis Vigo parece haber perdido su buena estrella, y se asoma a un abismo de lucha fratricida entre fábricas del grupo arbitrada con toda frialdad desde un sillón de París. La planta fetiche de la antigua PSA, la reina de la flexibilidad y la eficiencia, es cada vez más vulnerable. Urge un espaldarazo político decidido. Señores y señoras a quienes competa. No se hagan de rogar.