Pepe Buitrón y el trasplante

Marcelino González Martín EXJEFE DEL SERVICIO DE UROLOGÍA DEL CHUAC. MIEMBRO TITULAR DEL SILLÓN DE UROLOGÍA DE LA REAL ACADEMIA DE MEDICINA DE GALICIA

OPINIÓN

21 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Me comunicaron el fallecimiento del doctor Buitrón. Fue para mí un duro golpe que me dejó triste y angustiado, incapaz de reaccionar. Lo conocí en 1975, en Madrid, pocos días después de mi nombramiento como jefe del servicio de Urología del Hospital Juan Canalejo de A Coruña. Él había finalizado su período de residente en el Hospital Puerta de Hierro y me solicitaba una plaza de adjunto en el nuevo servicio. Tuvimos dos reuniones y llegué a la conclusión de que tenía buena formación, que le gustaba su profesión y le hacía ilusión integrarse en el nuevo servicio.

Me pareció una persona sincera y propuse su nombramiento. En cinco años de rodaje todos mejoramos nuestra formación y en 1981 iniciamos el programa del trasplante renal. En esta faceta, desde el principio le elegí, por su calidad humana y cualidades quirúrgicas, como mi principal colaborador. El trasplante nos unió de forma especial. Nos apasionaba. Los comienzos fueron muy difíciles. No había conciencia ciudadana de la donación. También tuvimos dificultades legales, por desconocimiento. Buitrón vivió apasionadamente todas las facetas, implicándose en la cirugía, extracciones y trasplante, seguimiento clínico, campañas de información con charlas, conferencias, publicaciones, problemas administrativos, etcétera. Rápidamente obtuvimos resultados y a mediados de los 80 el trabajo se había multiplicado con extracciones y trasplantes de otros órganos, desempeñando Buitrón el cargo de coordinador de trasplantes del Juan Canalejo. Su implicación era total. El horario de trabajo, de 24 horas al día. Siempre dispuesto. No era un sacrificio. Amaba su trabajo. A finales de los 80 se dedicó a la coordinación de trasplantes en Galicia. En esa fecha, nuestro hospital se colocó a la cabeza de trasplantes renales en España.

En una ocasión, Buitrón me dijo: «Tengo que pedirte un favor. Mi hermana, con insuficiencia renal, está en diálisis, en Madrid, pendiente de riñón de cadáver, que no llega. He decidido darle uno, porque ya me he hecho los estudios y somos compatibles. He pensado traerla aquí y que te encargues de extraerme el riñón y trasplantárselo a ella». Después de sobreponerme de la sorpresa, acepté. Una semana después, durante la organización de los preparativos, le llegó a su hermana el riñón de cadáver esperado.

Fueron cientos los trasplantes que realizamos, uno a cada lado de la mesa del quirófano, y fueron muchas horas en tensión, con la mirada en el órgano trasplantado, pendiente de la coloración, el latido de la arteria, de la emisión de orina. Al final de la operación, con alegría, me decía: «Funciona, funciona». Hace unos días recibí un mensaje suyo, en relación con una exposición de inteligencia artificial: «Me interesa. Te llamaré e iré contigo. Un abrazo, Marce». Así era de cariñoso. No te vamos a olvidar, Pepe. Descansa en paz, mi querido amigo.