Balance del verano

Fernando González Laxe EX PRESIDENTE DE LA XUNTA DE GALICIA

OPINIÓN

Rafael Bastante | EUROPAPRESS

23 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Los últimos días del verano son un buen momento para hacer un balance del mismo. Lo examinamos en función de las expectativas que nos habíamos marcado previamente. Nos preguntamos cuántos libros leímos, qué sitios hemos conocido, qué aprendimos, cuántos deportes practicamos, qué fiestas fueron espectaculares y cuáles faltaron por ir; que gastronomía nos gustó más, qué amistades interesantes conocimos, etcétera. Al final no hemos cumplido totalmente con el plan, pero tampoco estuvo mal, dadas las circunstancias. Siempre tenemos el derecho intelectual de atribuir a factores exógenos nuestras debilidades e incapacidades.

Lo cierto es que el verano estuvo plagado de acontecimientos y expectativas que estuvieron merodearon de manera constante sobre nuestras cabezas. Que si la guerra en Ucrania se intensifica; que si habrá nuevas batallas comerciales entre China y Estados Unidos por lo de Taiwán; que si los bancos centrales, al subir los tipos de interés, no controlan la inflación; que si la electricidad y el gas continúan aumentando sus precios; que si debemos apagar la luz, etcétera. Es decir, lo que se preveía, pero aumentado de tono. Sin embargo, tres nuevas variables han llamado la atención: la sequía, los incendios y el declive y envejecimiento de la población. Son tres grandes desafíos sobre los que se ha querido pasar de largo.

A nadie se le oculta la preocupación derivada de la desertización del planeta. Es una de las dinámicas más peligrosas. El cambio climático sigue avanzando, la temperatura del planeta aumentando y las reservas hídricas disminuyendo. Los excesivos e irracionales consumos de agua hacen que muchas extensiones de terreno no tengan oportunidad de ser utilizadas. Algunas ciudades ya han empezado a tomar medidas; otras siguen otorgando a sus ciudadanos y fabricas libertad absoluta, no siendo conscientes del reto.

El segundo asunto es el tema de los incendios, siempre recurrentes en verano. Galicia de nuevo se ha convertido en el país de los cien mil incendios, al igual que es el de las cien mil fiestas. Estas últimas son gratificantes, pero los incendios son devastadores y consecuencia de la falta de sensibilización política y ciudadana, por un lado; y de la ineficiencia de los sistemas disponibles, por el otro. No podemos estar todos los veranos pendientes de este deterioro. Y el tercer desafío, el correspondiente al declive y envejecimiento poblacional, está relacionado con la caída de la tasa de natalidad, la proporción de población activa y una mayor dificultad de desplazamientos de la población, aspectos que contribuyen a un deterioro demográfico permanente y dramático para el futuro.

Hablando este verano con mis colegas Teo y Martiño de estos temas, me comentan que hay que poner en marcha más campañas de sensibilización, en vez de campañas de promoción. Que es más productivo «enseñar a pescar, que dar de comer», como plasmaba aquel histórico proverbio chino. Que hay que pensar más en las generaciones jóvenes y de futuro que en las medidas cortoplacistas. Que es mejor actuar sobre la sostenibilidad y responsabilidad colectiva que en la misérrima acción de captación de votos. Que es más recomendable pactar que mantener tensión y enfrentamientos permanentes. Me quedo, pues, con estos mensajes. Son más que provechosos y son el principal balance de este verano.

Ahora, poniendo fin a las vacaciones, llevaré a mis colegas a degustar unos mejillones y pulpo de nuestras rías, a beber unos magníficos vinos de la tierra de Asorey y de Cabanillas, y a gozar del paraíso de la Illa de Arousa, porque ya sé lo que hay que hacer en invierno: preparar el próximo verano.