Eternos secundarios

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

OPINIÓN

18 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Con solo un día de diferencia, a finales de julio fallecieron dos actores de los que ya no se prodigan, David Warner y Paul Sorvino. Dos secundarios eternos de esos que elevan sus papeles por encima de los protagonistas, o que ayudan a que la historia sea mucho más que el monólogo de la estrella de Hollywood de turno.

A Warner lo mataron algunos diarios de provincias —de provincias de la periferia y también de esa que está en centro de España— diciendo que era «el villano de Titanic». Menos mal que Carlos Portolés le hizo justicia en estas páginas con un obituario a la medida de un gigante, porque eso es lo que era este británico de la industrial Manchester. Haber intervenido en Perros de paja y Tron, por citar dos ejemplos, o en series como Holocausto y Twin Peaks, y dado réplica a Albert Finney, Vanessa Redgrave, James Mason, Dustin Hoffman, Jane Fonda, Gregory Peck, Dirk Bogarde, Donald Sutherland, Michael Caine, James Coburn, Robert Mitchum... no se merece reducir su carrera a un blockbuster palomitero.

Por supuesto que será recordado por su reverendo de La balada de Cable Hogue, que el propio Peckinpah consideraba su mejor película (y mira que las tiene buenas...). La maravillosa historia de esos tres perdedores/ganadores es un trasunto perfecto de lo que significan los secundarios como David Warner, capaces de apuntalar por sí solos una película aunque luego vayan a rebufo de otros en los títulos de crédito.

De Paul Sorvino guardo un recuerdo imborrable cuando en la gala de los Óscar de 1995 le concedieron la estatuilla a su hija, Mira Sorvino, como mejor actriz de reparto por Poderosa Afrodita. En el patio de butacas, un Sorvino emocionado no podía evitar las lágrimas de felicidad... y supongo que también de rabia —por dentro— por la injusticia de que él, con un cuarto de siglo de largometrajes a sus espaldas en aquel entonces, siguiera de vacío (y vacío de premios se fue de este mundo); mientras su retoño, apenas iniciada en la interpretación y tocada por la varita de Woody Allen, se llevaba el máximo de los galardones del séptimo arte. ¡Qué gran actuación!