La última playa

Mariano de la Lastra, José Arcas García CATEDRÁTICO DE ECOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD DE VIGO Y DOCTOR EN BIOLOGÍA, RESPECTIVAMENTE

OPINIÓN

XOAN CARLOS GIL

19 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

A pesar de la fascinación que nos suscitan las playas de Galicia y sus muchas banderas azules, la realidad es que la situación ecológica de gran parte de estos arenales es sencillamente catastrófica. Y esta realidad va in crescendo, en contra de los vientos conservacionistas que en todo el planeta soplan en este primer cuarto del siglo XXI. Prácticamente todas las playas asociadas a las principales urbes no son más que enormes montones de arena estéril al borde del mar. Además de la destrucción física de las playas, por ejemplo construyendo sobre ellas paseos marítimos y muros de hormigón, la principal razón del declive de nuestros arenales es la limpieza mecánica, basada en el uso de maquinaria pesada y cribas automáticas de mayor peso aún, que retiran indiscriminadamente no solo los residuos de deseada desaparición, sino también todas las algas aportadas por olas y mareas. Estos materiales son la base de la cadena alimenticia y el soporte de la biodiversidad, y su desaparición supone siempre la pérdida del 100 % de las especies de la zona superior de la playa y aproximadamente el 50 % de la biodiversidad total.

Un ejemplo paradigmático es lo que está sucediendo actualmente en la última playa que queda viva en el litoral de la ciudad de Vigo. Se trata de la playa de A Calzoa, el arenal situado a la izquierda de la desembocadura de la marisma del Lagares. Esta playa es una joya ecológica en medio de un paisaje desolador en el que todos los arenales del margen sur de la ría de Vigo, están prácticamente muertos desde la orilla del mar hasta la duna (o hasta el muro de hormigón).

La playa de A Calzoa abriga máximos niveles de biodiversidad, tanto de avifauna costera como de fauna invertebrada. Este ecosistema está a punto de colapsar porque el Ayuntamiento decidió convertir A Calzoa en playa canina. Con esto, el arenal se ha convertido en un espacio en el cual las mascotas persiguen a la avifauna salvaje sin que sus dueños se inmuten. Pero este estrés a que se somete a las aves, obliga a estas a huir constantemente, levantando el vuelo, causando un desgaste energético que merma su condición física, reduce su capacidad migratoria y compromete su potencial reproductivo.

Además, los cánidos hacen sus necesidades sin que sus dueños recojan el subproducto, tal como ha de hacerse en cualquier espacio público; ante esto, el Ayuntamiento ha decidido poner en marcha la perniciosa limpieza mecánica para retirar las deposiciones que los dueños de los perros no han querido retirar, y, de paso, todas las algas aportadas por las mareas. La elección de A Calzoa como playa canina fue desafortunada, porque se acepta que la vida salvaje sea la gran «perjudicada», por usar un eufemismo. Su salvación vendrá de decisiones tomadas tras el debate y el diálogo, pero debemos tener claro que este «perjuicio», sostenido en el tiempo, conduce, inexorablemente, a la extinción.