«Sánchezfrenia»

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

OPINIÓN

Emilio Fraile | EUROPAPRESS

23 jun 2022 . Actualizado a las 10:45 h.

Mientras ustedes y yo estábamos padeciendo los rigores de la segunda ola de la pandemia, en octubre del 2020, Álex de la Iglesia y su alegre troupe se pegaron siete semanas de vacaciones entre Madrid y Venecia. Fue el tiempo que duró el rodaje de Veneciafrenia, película con la que tuve la desgracia de tropezarme el otro día cuando hacía lo que hacemos todos los que estamos abonados a alguna plataforma de vídeo: ir pasando carátula tras carátula para acabar bostezando y marchándonos a la cama sin ver nada. Por desgracia, como digo, piqué el anzuelo. Uno se acuerda de El día de la Bestia o La comunidad y piensa que el tiempo no ha pasado en vano, pero vaya si ha pasado. Más de dos décadas, en las cuales el director bilbaíno ha experimentado una cuesta abajo en la que la raquítica calidad de sus filmes es inversamente proporcional a la vitalidad de su cuenta bancaria.

Veneciafrenia no es una de las peores películas del año pasado; es una de las peores de toda la historia del cine español. Nada funciona: ni los actores, que parecen salidos de una obra de fin de curso de instituto; ni el guion, con pretendido mensaje progresista contra el turismo de masas; ni el supuesto estilo serie B de un slasher que más que terror provoca bochorno y sonrojo. Como escribe un crítico aficionado en internet, «es tan mala que ni Venecia sale bonita».

Claro, ustedes dirán que cada uno hace lo que quiere con su dinero. El problema es que De la Iglesia rodó semejante truño con la financiación del Gobierno, a través del Ministerio de Cultura y Deporte y del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales. O sea, con el dinero de todos los españoles. Y con el apoyo de Crea SGR, entidad financiera que avala proyectos audiovisuales y culturales, entre otros, y que está sujeta a la supervisión e inspección del Banco de España.

Pero en fin, hay películas igual de malas y que sí dan miedo de verdad. Como la que protagoniza Pedro Sánchez, cuyo metraje se nos está haciendo pesadísimo y lo peor es que no podemos levantarnos de la butaca. También recibe subvenciones —fondos europeos, «excepciones ibéricas»...— y actúa como si fuera él quien imprime los billetes en un cuarto de la Moncloa. Y esta película también la pagamos todos.