Mbappé es poco más que una notita a pie de página en la historia del deporte. Como Lewandowski, codiciado también por el PSG para su álbum de cromos. Pero son dos símbolos. Adquisiciones de ese dinero que extiende sus tentáculos para comprar aquí y allá pedacitos del llamado poder blando, que es esa forma de sacar pecho de los estados sin tener que recurrir al arsenal militar. Los petrodólares son el punto de apoyo para mover el mundo. Más allá de cualquier otra consideración. Es otra dimensión. A Europa no le alcanza. Cuando ciertos gobernantes agitan sus carteras, considerar a las mujeres ciudadanos de tercera se convierte en una cuestión cultural. Y perseguir a los homosexuales, en un capricho tolerable. Por obra y gracia del dinero, el Mundial de fútbol se jugará en pleno invierno, a pesar de que siempre se nos haya dicho que la temporada era un sudoku inmanejable que ya difícilmente soportaba los grandes torneos de selecciones en el parón veraniego. Y la Copa del Mundo es un detalle al lado del LIV Golf, la competición de golf alternativa que han montado los saudíes. Para fichar a Dustin Johnson le han pagado más de una tacada que todo lo que ha ingresado en premios Tiger Woods a lo largo de su carrera: 125 millones de dólares en un momento frente a 123 logrados en años. Pero esto, que amenaza con cambiar el golf mundial, puede quedarse en otra anécdota. La MIT Technology Review acaba de publicar que Arabia Saudí planea invertir mil millones anuales para investigar cómo retrasar el envejecimiento. Hasta los magnates del petróleo se marchitan y mueren. Habrá que ver si los mayores talonarios del planeta también rompen barajas científicas.