Agentes literarios

Cristina Gufé ESCRITORA, LICENCIADA EN FILOSOFÍA Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

OPINIÓN

MONICA IRAGO

06 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La misión de los agentes literarios consiste en representar a los escritores ante los editores para velar por sus intereses y promocionar sus carreras. Carmen Balcells fue una de las más reconocidas, por su competencia y valía —Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa estaban entre sus clientes—. Empezó trabajando en la carnicería de su padre, se ocupaba del despiece con fines comerciales. La coincidencia podría no ser baladí.

Muchos lectores y amantes de los libros tal vez desconozcan los tejemanejes que se mueven en el mundillo literario. Si alguien decide publicar, sepa que le espera un duro camino. Contactar con editores es casi imposible y, si buscas agente, lo más probable es que no lo encuentres por el simple motivo de que no reciben, o hacen un informe de lectura para abandonarte después de haber cobrado un dinero. Si acudes a sus agencias te van mirar con cara de qué andas husmeando; allí siempre están «reunidos», fórmula que utilizan para quitarte del medio. Muy difícil establecer un diálogo para intercambiar puntos de vista en una relación personal.

Lo peor del asunto es que sacrifican a sus víctimas con una práctica muy sutil que es el silencio persistente. Si les llamas por teléfono, te remiten a las páginas de internet; no hay responsables. La literatura, mientras tanto, vaga en el desierto de sus naderías en búsqueda de la perfección. Tampoco los autores son solidarios entre ellos, salvo excepciones, lo cual provoca claustrofobia psíquica —no es raro que haya habido tantos suicidios entre escritores—. Podemos preguntarnos cuántos talentos se habrán perdido, ya que no todos están dispuestos a vivir algo así. Camilo José Cela decía que «el que resiste, gana», en una especie de extraño darwinismo.

Si se diera el caso de que alguien tenga una obra maestra en un cajón, ha de saber que podría quedar asfixiada en el silencio, a no ser que el autor esté dispuesto a lidiar con los gigantes escondidos detrás de los telones. Todo esto se verá muy aliviado si el escritor cuenta con una buena recomendación o sale en la tele.

La señora Balcells estaba anticipando, sin suponerlo, el color de la sangre que gotea en el lienzo de los dibujantes de palabras, que no siempre serán capaces de aguantar.

Deben resistir. Hasta que aparezca la justeza entre los actores de la escena, el conjunto se equilibre y salga el huevo perfecto, no la cabeza de un cordero o el filete de una vaca, sino el libro.