Una alianza buena y necesaria que no peligra

Cástor M. Díaz Barrado CATEDRÁTICO DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO Y RELACIONES INTERNACIONALES, UNIVERSIDAD REY JUAN CARLOS. DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS DE IBEROAMÉRICA (CEIB)

OPINIÓN

24 abr 2022 . Actualizado a las 13:27 h.

Lo habitual, desde hace tiempo, es que lo que sucede en Francia, y sobre todo cuando tienen lugar elecciones presidenciales, repercuta en la política española no solo interna, sino también en los alineamientos de nuestra política exterior. Sería ingenuo y despreocupado prescindir del devenir de la política francesa y de su impacto en la realidad española. Al menos, por dos razones. La primera, porque existe una tradicional relación bilateral entre España y Francia que, con toda seguridad, constituye un vínculo singular. Superados algunos recelos históricos, incluso los más recientes como la escasa cooperación en la lucha contra el terrorismo que recibió España por parte de las autoridades de París en los años posteriores a la Transición, se ha llegado a una profunda ligazón entre los dos países y entre sus pueblos. En la actualidad existe una común visión positiva a ambos lados de la frontera. La segunda, porque el futuro franco-español se decide claramente en la Unión Europea, espacio en el que los dos países han acordado una estrecha y sólida colaboración. Así, no parece que sería indiferente el triunfo hoy de uno u otro de los dos candidatos en la segunda vuelta de las elecciones a la Presidencia en Francia. Ello derivaría de los contenidos de las dos opciones en disputa, en especial en lo que se refiere a los postulados en relación con la integración europea. Cualquier aproximación a las premisas que defiende el actual presidente, Emmanuel Macron, prueba que son radicalmente diferentes a las que sostiene la candidata Marine Le Pen. Todo hace presagiar que esta última podría poner en jaque la unión entre los europeos y hacer tambalear las bases que tradicionalmente han sustentado la integración. No parece, sin embargo, que este fuera el caso por lo que se refiere a las relaciones puramente bilaterales, salvo que se le quisiera dar una importancia capital a las extensas distancias ideológicas entre el actual Gobierno español y las posiciones de la líder de Agrupación Nacional. Será, por lo tanto, la cuestión europea en toda su intensidad lo que resonará con preocupación en la relación entre España y Francia. Pero esto no sería un asunto que afectaría solo a nuestro país, sino que se verían involucrados todos los Estados miembros de la Unión. La lógica anuncia que, finalmente, el triunfo se decantará por las tesis de Macron. Aunque no fuera así, lo que es improbable, sería un error pensar de manera lineal y asegurar que Le Pen haría saltar por los aires los estrechos vínculos entre Francia y España. Parece difícil que, al menos en poco tiempo, la candidata Le Pen dinamite lo que ahora une a dos sociedades que tienen mucho más en común que diferencias. La situación es distinta en perspectiva europea, puesto que solo la victoria de Macron introduciría componentes de tranquilidad, al ser claramente europeísta. Pero, desde la perspectiva francesa, España es un buen y necesario aliado, y, desde la óptica española, nuestra política exterior no puede ignorar en modo alguno la realidad francesa. Francia siempre está en el corazón de la evolución política en España.