Estos bodegueros gallegos triunfan en la guía Parker

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MARTINA MISER

Elaboran vinos gallegos de autor, que son los favoritos de los sumilleres de los mejores restaurantes. También están muy valorados en el mercado internacional y en la famosa guía «The Wine Advocate». Pero no hay mejor valoración que el boca boca. Vista, olfato y gusto para hacer una sinfonía gastronómica

28 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Los vinos son como los hijos. Lo saben muy bien los viticultores y bodegueros que cuidan las vides y miman cada detalle del proceso. Pero hay hijos e hijos. Y algunos se convierten en los niños bonitos, en todo un referente, porque detrás de ellos hay mucha honestidad y trabajo. Eso es precisamente el bien común de todos estos caldos de autor. Un profundo respeto por la naturaleza y por el proceso artesanal en su elaboración. Por eso, no es de extrañar que siempre estén en las recomendaciones de las mejores narices de este país y del extranjero. Además, muchos de ellos logran calificaciones que rozan la perfección en la prestigiosa guía The Wine Advocate, de Robert Parker. Y lo mejor de todo: son todos gallegos y están a la vuelta de la esquina. Así que nos vamos de vinos descubriendo estas elaboraciones, que tantos halagos acumulan. Eso sí, no están todos los que son. Y eso dice mucho de lo bien que se están haciendo las cosas en Galicia. ¡Brindemos por ello!

Tomás Ucha, el mejor sumiller de Galicia, ya lo decía recientemente: «Productores como Rodrigo Méndez, Raúl Pérez, Xurxo Alba o Eulogio Zárate ya son eminencias, cultos del vino. Viene gente de Estados Unidos y quiere ir a verlos». Pero no es el único que habla de ellos, también el sumiller Manuel Otero, del restaurante Samaná de A Coruña, destaca los caldos de Iria Otero, Ana Gadín, Pedro Rodríguez, Rafa Palacios, José Luis Mateo y José Luis Bouzón. Estos vinos están siempre en las recomendaciones de los mejores sumilleres de nuestra comunidad. Así que vamos a averiguar por qué.

100 puntos Parker y todo un hito

MARCOS MÍGUEZ

La primera parada es en Valdeorras. Allí, Rafa Palacios ha conseguido un hito dentro de los vinos gallegos. Lograr que un caldo nuestro alcance la excelencia en la guía Parker, los 100 puntos, que equivale a un tres estrellas Michelin. Y lo hizo con un godello, Sorte O Soro, obtenido de una única parcela. Nunca antes un vino gallego había obtenido esta calificación, pero es que tampoco nunca antes un blanco de añada reciente había obtenido esta puntuación en España. El secreto para Palacios es el trabajo en la viña durante 18 años para devolverle «su viticultura más ancestral», incorporando la agricultura biodinámica, que supone un paso más de la ecológica, porque «al final, lo que come la viña es lo que será el vino». Desde su bodega en O Bolo, se cultiva este vino que es «por altitud fresco, por las brisas que recibe de la cara norte de Cabeza de Manzaneda y Trives, y a la vez tiene una buena maduración por su orientación. Es un vino punzante, muy cristalino». Pero Sorte O Soro no es el único que se lleva halagos, As Sortes y Louro reciben muy buenas críticas entre los que saben. También en Parker, con 98 puntos el primero y 94 el segundo.

Sketch y Finca Genoveva

MARTINA MISER

Otra de las eminencias sin duda es Raúl Pérez. Conocido como el gurú del vino y el mejor enólogo de España, supo ver, hace ya muchos años, la calidad de los vinos gallegos. Y aunque su bodega está en el Bierzo, también comercializa y produce vinos en nuestra comunidad. Como Sketch, con un 96 plus en Parker, o Atalier Albariño, que salen precisamente de la bodega de Rodrigo Méndez, en Meaño y que están amparados por la D. O. Rías Baixas. La relación con este productor de O Salnés siempre ha sido muy estrecha, porque Méndez quería que en su comarca volviera a haber producción de tinto como antaño, siguiendo los pasos de su abuelo, que ya plantó variedades tintas cuando todo el mundo cultivaba albariño: «Caíño, espadeiro, loureiro..., pero moitos enólogos dicíanme que cortara a plantación de tinto e puxera branco». Hasta que conoció a Raúl Pérez: «Díxome que se podía facer tinto aquí, que Burdeos tiña un clima parecido ao noso, pero que había que facer moita viticultura. E empezamos a traballar cóbado con cóbado», comentó. El resultado no pudo ser mejor. Rodrigo comercializa 30 marcas, porque muchos de los vinos son de una única parcela. «O que máis se vende é Leirana, pero o que ten mellor crítica é Leirana Finca Genoveva, tanto en branco como en tinto, con caíño. Este último foi o máis puntuado o ano pasado de Rías Baixas, con 97 plus, e o terceiro máis puntuado de Galicia. E o branco tamén ten 97 puntos», explica, mientras cuenta que procede de la parcela de una señora que estaba a punto de cortar el viñedo, porque sus hijas no lo trabajaban: «Foron catro xeracións de mulleres traballando alí e o viñedo ten máis de 250 anos en roca de granito. O nome de Genoveva é pola nai desta señora, que se chamaba así».

Zárate palomar

MARTINA MISER

No muy lejos de Méndez, también en Meaño, está la bodega familiar e histórica de Eulogio Pomares, Zárate. Él comparte, junto con Rodrigo Méndez, Chicho Moldes y Xurxo Alba, la pasión por elaborar vinos tintos con las variedades autóctonas de la zona, con el fin de reivindicar la importancia de estos caldos en el pasado. «Fuimos de los primeros en elaborar vinos de parcela. Comencé con Zárate Palomar en el 2003 — 100 % albariño y de la D. O. Rías Baixas— y con una producción limitada. Ese fue mi primer éxito». Lo dice porque es con quien siempre ha tenido el mayor reconocimiento: «Zárate Palomar siempre está en torno a los 96 y 97 puntos en la guía Parker. Y en la guía Peñín obtuvimos 98 puntos». De los tintos se queda con Zárate Espadeiro: «Está en el entorno de los 96 puntos. Es una grandísima variedad, quizás sea la pinot noir española. Ese vino delicado, fluido, no alcohólico, es el vino de moda, el espadeiro. Lo que ocurre es que es una variedad que casi llega a desaparecer. Hacemos solo unas 2.000 botellas».

Albamar ancestral y Albamar

MARTINA MISER

Xurxo Alba es otro de los referentes para los sumilleres. Sus vinos atlánticos, elaborados en Cambados, son aclamados por las mejores narices por su gran trabajo artesanal y escasa intervención en el proceso. De hecho, es de los pocos que elaboran un espumoso por el método ancestral. Es el Albamar Ancestral Espumoso, de uva albariño, y fuera de denominación: «Imos un pouco polo son. Cando sacas a lía —sedimentos que se producen con la fermentación— fai un ‘pah’ e xa o apartamos. Débolle todo ao mozo que traballa con nós, porque xa lle ten pillado iso. O ano pasado fixemos cinco mil e pico botellas e ao mercado saíron só 3.600, porque se cremos que polo son que fan non están á altura, non saen ao mercado». También lo realiza con caíño tinto, pero como si fuera un blanco y con 36 meses sobre sus lías finas, «mentres que no caso do albariño, está entre 8 e 10 meses».

Pero si hay un vino que para Alba es el buque insignia de la bodega, ese es el Albamar, 100 % albariño y amparado por la D. O. Rías Baixas, que fue bendecido con 93 puntos en la guía Parker: «É o viño máis importante da bodega, porque é o que nos dá de comer. O que buscamos é que amose un pouco a zona, o solo onde está plantado. A nosa forma de traballar é a mínima intervención».

Fulcro O Equilibrio

MARTINA MISER

Sin irnos de la comarca, también tenemos una parada obligada en la bodega Fulcro, en Sanxenxo y su influencia atlántica. Allí nos atiende Manuel Chicho Moldes. Su albariño Fulcro O Equilibrio es uno de esos Rías Baixas que no se olvidan, logró 96 puntos en la guía Parker: «La particularidad de este vino es que procede de la finca A Xesteira, a un kilómetro de la isla de Ons, en una zona que tiene suelo de xisto de pizarra roja y tiene crianza 11 meses en barrica de roble francés que le aporta complejidad». Moldes reconoce que es el vino que más gusta: «Todos los años es el más puntuado. Es muy fresco y con muy buena estructura».

Teixugo

En Leiro, la sartén de Galicia, Iria Otero nos atiende en su bodega para que nos dejemos llevar por sus vinos con «memoria y alma». Los sumilleres gallegos siempre califican a Teixugo como un gran vino. Y no es para menos, porque como dice Otero, «es que la gente lo identifica con nosotros. Se trata de un vino tinto de dos variedades, caíño y sousón, que tiene una crianza de un año o año y medio, dependiendo de la cosecha, en fudre de madera de roble». Pero también triunfa con Seara, de la D. O. Ribeiro, tanto en blanco como en tinto. «En esta zona se pueden hacer unos vinazos increíbles. Es muy rica y te permite elaborar vinos muy complejos», reconoce esta enóloga, que confiesa no estar obsesionada con las puntuaciones de las guías: «Obviamente nos encanta que les gusten nuestros vinos. Pero no lo vamos buscando. De hecho, nunca los mandamos. Las únicas veces que podemos salir en alguna guía es porque nos piden explícitamente los vinos. Si me llaman y me dicen que les mande muestras, se las mando. Pero no vamos buscando los puntos», dice, mientras reconoce que sus vinos se mueven entre los 92 y 94 puntos.

Gorvia

Los vinos de José Luis Mateo, en Quinta da Muradella (Verín), son un auténtico referente en el mundo del vino. Pero si hay que quedarse con una marca, sin duda, es Gorvia, blanco y tinto, ambos en la D. O. Monterrei. «Es quizás el más emblemático. De una sola parcela. En el blanco, lleva 95 % de dona branca y el resto, verdello antiguo y treixadura. Y el tinto, mencía al 95 % y el resto bastardo y caíño tinto». Para él, la clave del éxito está en hacer «vinos que nacen con honradez, que se hacen desde el principio en la parcela». «Tienen un trabajo de viñedo concienzudo para desarrollarlo en profundidad. Las elaboraciones son muy sencillas, respetando todo el trabajo que se hace todo el año en la finca, para distorsionar lo menos posible el carácter de la parcela y de esos suelos que son de pizarra con mucha arcilla. Darle tiempo y dejar que los vinos se vayan haciendo poquito a poco, a su ritmo. Y nada más. Poner mi impronta lo mínimo posible», dice.

Capeliños e Pombeiras

Pedro Rodríguez, de la bodega Guímaro, en Sober, dentro de la D. O. Ribeira Sacra, también triunfa con sus creaciones. Entre sus vinos más aclamados se encuentran Finca Capeliños y Finca Pombeiras. «Sempre están puntuados entre 97 e 98 puntos de Parker. E Camiño Real está entre 94 e 95 puntos. Están todos bastante altos», reconoce este gran bodeguero, que habla sobre ellos: «Son viños dunha única parcela. Levan mencía, entre un 70 e un 80 %. E como son fincas moi vellas de 85 e 100 anos, teñen máis variedades». También desvela cuál es su éxito: «Xogamos coas altitudes, co tipo de solo e coas formas de elaboración, con máis raspón ou menos. Que é o racimo enteiro que vai coas madeiras. Fermenta en conos de madeira e está un ano en barricas». Pedro ha logrado hacerse un hueco en el sector y cuenta con una producción considerable, unos 300.000 kilos de uva al año. Pero reconoce que antes sus vinos «eran máis recoñecidos en restaurantes de Nova York, que nos de Madrid», algo que ahora ya ha cambiado. «Sentímonos queridos en todos lados. Exportamos a 35 países, desde Nova Zelanda a Australia, Perú, Estados Unidos, Canadá, Israel... menos en África, estamos en todos os continentes».

Ribeiras de Armea

Mucho mérito tiene José Luis Bouzón, porque es capaz de lograr sacar una cosecha de gran calidad en una zona que, como él mismo explica, es muy complicada, la Indicación Xeográfica Protexida de Betanzos: «É unha zona bastante fresca, con moita humidade, onde os fungos están no seu paraíso. Sacar unha produción adiante e ter unha estabilidade non é doado. Hai anos que podes sacar 4.000 quilos por hectárea, moi excepcionais, e o resto dos anos andas en 1.000 ou 2.000 quilos por hectárea». Así elabora Ribeiras de Armea: «Por iso o viño nunca é igual, sempre é diferente, e hai veces que leva máis branco lexítimo e outras agudelo, que é a outra variedade de Betanzos». No es de extrañar que con estas circunstancias los 91 puntos Parker le sepan a gloria bendita.

Mimosa y Silius

Otra bodeguera que hace vinos de autor es Ana Gadín, en Atrium Vitis. Su pasión por el vino la llevó a dejar la abogacía: «No se podía llevar desde un despacho. Tienes que estar cerca, en cada uno de los procesos, y tener esa conexión con la naturaleza». Uno de los valores de sus vinos, para Ana, es que las parcelas están situadas en el geoparque Montañas do Courel, dentro de la Ribeira Sacra: «Tienen una riqueza geológica muy diversa y muy interesante. Por eso hacemos vinos de parcelas». Entre sus caldos más afamados destaca Mimosa, «un godello, fermentado en barrica. Es un vino muy gastronómico, muy intenso en aromas y con cuerpo». Gadín creía tanto en este vino que decidió pintar a mano cada una de sus botellas: «Le dije a mi marido, Javier, que este vino me recordaba a las mimosas. ‘No pretenderás llamarle mimosa’, me dijo, porque para él tenía un significado despectivo al ser una planta invasiva. Pero luego, al analizarlo, resulta que la mimosa simboliza la energía femenina, la delicadeza, la belleza... Y en Italia y en el sur de Francia en el Día de la Mujer se regalan ramos de mimosas». A Ana le pareció una buena idea hacer coincidir esa fecha con la salida al mercado del vino: «Pero como era finales de febrero, ninguna imprenta me podía hacer una etiqueta en un plazo tan breve de tiempo. Y me dije: ‘Pues voy a pintar yo las botellas’. Para mí es una manera de comunicar el esfuerzo que hay por que el trabajo salga bien». Ana también triunfa con la gama de Silius, que los elabora con distintas variedades, como godello, albariño y mencía. O los monovarietales de brancellao, sousón y caíño. Todos ellos son vinos para disfrutar.